Por
  • Javier Lacruz

Prostitución

Manifestación en Madrid reclamando la abolición de la prostitución.
Manifestación en Madrid reclamando la abolición de la prostitución.
Fernando Sánchez / Europa Press

Prohibir la prostitución es asunto imposible. 

Como lo es prohibir las drogas, la violencia, el suicidio, el crimen y otras tantas cuestiones. Aunque sea en nombre de la Utopía. La Utopía es a la izquierda lo que Dios a la derecha, una forma de intromisión impositiva en las costumbres -de lo público en lo privado-, puro sometimiento ideológico. En todo caso, leyes para las ‘putas baratas’, pero, ¿y las ‘escorts’? Porque la prostitución de lujo o de alta gama está blindada. Más que abolir la prostitución y penalizar al usuario, lo que procede es perseguir severamente a los proxenetas. Sobre eso no cabe debate. Y no se hace. La cuestión es la siguiente: ¿puedo hacer con mi cuerpo lo que me dé la gana? Sacralizar el sexo es un problema de higiene mental.

La idea defendida por los abolicionistas es la de que el alquiler (que no venta) del cuerpo con fines sexuales es una práctica contraria a la dignidad humana. Es violencia contra la mujer. No, la dignidad es privativa de la persona, no la puede arbitrar un coro de la sección femenina. ¿Y si una mujer desea ser o quiere ejercer de puta voluntariamente, le decimos -usted o yo- lo que tiene que hacer? A Freud le zurraron la badana por decir que detrás de la histeria había represión sexual. ¿Por qué seguimos dando tanta importancia al sexo? Porque seguimos en estadios evolutivos primarios del cerebro reptiliano. Pura moralina. Una sociedad decadente disfruta (en su onanismo) prohibiendo lo concerniente al vecino. En nombre de Dios o de la Utopía.

Javier Lacruz es psiquiatra

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión