Quebrantahuesos 3.0

Un aspecto de la marcha cicloturista Quebrantahuesos.
Un aspecto de la marcha cicloturista Quebrantahuesos.
Rafael Gobantes

El próximo sábado 18 se celebrará la trigésimo primera edición de la ‘Quebrantahuesos’ (QH). 

Toca ese día por ser el penúltimo sábado de junio y para no coincidir con santa Orosia, 25 de junio. Esta es una circunstancia que no es casual. Quienes inventaron la marcha cicloturista sumaron su sueño a la tradición secular de la redolada de Sabiñánigo. De hecho, hacer la romería a la ermita de Santa Orosia desde Yebra de Basa sigue siendo una referencia para las gentes de la comarca. Es una tradición construida a lo largo del tiempo como también puede llegar a ser la QH. Aunque se necesitarán varias generaciones para asentarla en el imaginario social, la nuestra es la que ha visto nacer y crecer esta iniciativa de un grupo de amigos de la peña Edelweiss, origen del actual Club Ciclista promotor de la QH.

Las primeras ediciones quedan muy lejos en varios sentidos. El primero, el tiempo. Son más de tres décadas y eso se nota. El mundo, la sociedad, nosotros mismos hemos cambiado. Incluso faltan amigos, como José Antonio Ferrer, uno de los impulsores de la QH que la muerte se llevó antes de hora. El segundo, las dimensiones. Aquello que empezó como una salida cicloturista con ganas de imitar lo de otras tierras, llegó a estar en el circuito Golden Bike de la Unión Ciclista Internacional mientras duró. El tercero, el espíritu o también se podría decir los valores implícitos de la QH. Estos, en cierto modo, son un rasgo característico de Sabiñánigo.

La vida asociativa de esta ciudad industrial serrablesa ha dejado un rastro claro hasta en los mapas. Por ejemplo, Amigos del Serrablo, un ámbito distinto, pero con elementos vertebradores similares. Julio Gavín, Javier Arnal y otros más, mucho antes de la QH, hicieron con su trabajo voluntario y altruista una transformación estructural del contexto que perdura en la actual junta directiva. Ese espíritu, esos valores también se ven en las primeras ediciones de la QH. En aquel mundo previo a la expansión de los teléfonos móviles y de internet, se inició esta marcha cicloturista en su versión más auténtica. La unión de voluntades, la acción colectiva, las ganas de divertirse, de compartir y hacer algo junto con otros por el bien común llenaron la QH de algo más que doscientos kilómetros en bici y cuatro puertos de montaña. En su ser más esencial la QH es mucho más que asfalto y bicicletas, por eso es algo para transmitir a las generaciones futuras.

Con la QH hemos visto crecer un sueño y hacerlo realidad. No es fruto de la casualidad. Igual que si no se pedalea una bici no sube una cuesta, la QH es el resultado del trabajo intenso e inmenso de muchas personas. En su evolución se observan varios aspectos sociológica y organizativamente interesantes, arquetípicos. Se ha pasado del germen instituyente, con todo por hacer, al instituido, que funciona como una industria cuyas piezas cumplen con un esquema taylorista de producción. La suma altruista de voluntades, que articulaba una malla densa de voluntariado, caracterizó las primeras décadas. Hoy se ha ido parcheando por puestos remunerados. Aquello que requirió de mucha energía, de pasión y de entrega -como la que Roberto Iglesias puso en el asador- se sustituye por la visión empresarial donde el negocio es el negocio. Y ese es un aspecto clave en la evolución de un fenómeno social como la QH. El paso a la institucionalización de los procesos con la gestión de una logística tan enorme parece abocada a esa solución.

Movilizar recursos para miles de personas requiere de una dedicación que absorbe horas y horas. La solución aparentemente cómoda de quienes tienen que cuidar este legado es encargar la tarea a quienes viven de ello. Entonces aparecen detalles que, si no se cuidan, olvidan el punto de partida. El equilibrio entre quienes tienen una visión meramente comercial del asunto y quienes siguen creyendo en el altruismo necesario para cuidar las cosas comunes, se convierte en un asunto a ponderar colectivamente. Hay que pensar si a largo plazo la sociedad civil serrablesa y ‘os lugars d’a redolada’ se fortalecerán o verán pasar las bicis un día al año sin nada más. Quienes el sábado se estarán comiendo unos buenos callos, saben a qué me refiero.

Chaime Marcuello Servós es profesor de la Universidad de Zaragoza

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