Fútbol y humanidad

Jim, durante un partido en La Romareda.
Fútbol y humanidad
José Miguel Marco

Mis rudimentos futbolísticos no superan el interés por España en la Champions, la Liga de las Naciones o el deseo de que el Real Zaragoza remonte de una vez. 

Mi curiosidad por los Magníficos –la hija de uno de aquellos grandes fue monitora de Auxilia en nuestros años de integración–; o un poema de Manuel Pinillos cantando a la Romareda. Solo una vez fui al estadio cuando estaba en Primera. Me lo pasé bien, sin más.

Jugador en Elche, Almansa, Alicante, Melilla o Torrevieja. Entrenador del Cartagena, Alcoyano, Salamanca, Albacete y otra decena de equipos. "Una vez finalizada la temporada, ha llegado el momento de decir adiós. Que más que un adiós quiero que sea un hasta luego, porque jamás voy a renunciar a esta tierra ni a todos vosotros" (escribía Jim en su carta a los medios).

Juan Ignacio Martínez, ‘Jim’, llegaba al Zaragoza en diciembre de 2020, en plena pandemia y una situación como equipo desastrosa, con dos entrenadores incapaces de continuar. Una primera victoria al Torrelavega prometía. "En varias ocasiones me he disculpado por no haber sabido guiar esta nave a buen puerto; que es mi verdadera pena. Porque el Real Zaragoza lo merece por su historia y por su afición".

Fueron 71 partidos, distribuidos casi a partes iguales entre triunfos, empates y derrotas. No subir, no bajar, mantenerse contra marea y viento. Su verdadero reto en esta lucha.

Profesional, volcado a sus jugadores, apasionado. "Este tiempo va a ser muy difícil de superar en lo profesional, e imposible en lo personal. Conservaré por siempre el recuerdo cariñoso de todos cuantos trabajan en ese club (…) Y guardaré en un hueco de mi corazón el amor a nuestra Virgen del Pilar, que siempre me ha arropado".

Algo ha cambiado y cambia, sin marcha atrás. Un equipo que sigue superándose, un estadio donde juegan los ‘youtubers’, un club de fútbol en manos extranjeras. ¿El final de una era conocida?

El pasado domingo venía a la parroquia Juan Ignacio, a dar su testimonio de personaje público, ser humano y creyente. Alicantino, de familia humilde –cinco hermanos–, que trabajó siempre desde abajo. Su estrategia de juego, agarrarse a la fe. Una Iglesia de todos, un deporte inclusivo. Estamos en proceso de esperanza. Subiremos.

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