Convenios con China

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La semana pasada, el 24 de mayo, llegó al correo electrónico del personal docente e investigador de la Universidad de Zaragoza un mensaje de la lista del sindicato Comisiones Obreras (CC. OO.) haciéndose eco de un artículo publicado en ‘El Confidencial’. 

En el texto se decía literalmente: "Por su extraordinario interés, y ya que es un tema no exento de polémica, nos hacemos eco de este reportaje bajo el título de ‘¿Prestigio o riesgo? La universidad española se lanza a la barra libre de convenios con China. Las universidades españolas no han parado de firmar acuerdos con universidades y otras entidades chinas. Algunas voces expertas reconocen que existe riesgo en colaborar en ciertas áreas’. En el mismo, aparece citada nuestra Universidad en estos términos: "La Universidad de Zaragoza es, de las que han respondido, una de las que más acuerdos de este último tipo tienen con universidades de riesgo, como la Universidad Shanghái Jiao Tong o la Universidad de Ciencia y Tecnología de Huazhong. Con la primera firmó un acuerdo, en vigor hasta 2019, para una colaboración en el campo de la física de partículas. Con la segunda participó en un proyecto de simulación sobre el sistema de energía solar en cascada, dentro de un acuerdo vigente hasta 2017". Sin entrar en más detalles, se facilitaba el enlace a la publicación digital.

Tres días después, el 27 de mayo, desde la misma lista, llegaba otro mensaje como reacción al anterior. En esta ocasión de Cristóbal Cortés Gracia, catedrático de Máquinas y Motores Térmicos, que copio tal cual: "Buenos días. Yo fui uno de los responsables del segundo convenio que mencionáis, que se tradujo en la realización de una tesis doctoral en cotutela con académicos de HUST y en la publicación de un par de artículos científicos en la bibliografía abierta. La noticia de ‘El Confidencial’ me parece amarilla y alarmista, digna de los tiempos que vivimos. Me sorprende muy negativamente que os hayáis hecho eco y contribuyáis a la cacofonía. En cualquier caso, al menos por nuestra parte, no tenemos nada que ocultar y estamos dispuestos a facilitar a quien los pida los datos científicos y administrativos del convenio, que, por otra parte, son públicos y abiertos; los segundos también podéis solicitarlos al Vicerrectorado de Relaciones Internacionales de Unizar. Un saludo".

La comunidad universitaria tendría que reflexionar sobre las implicaciones
y posibles consecuencias de la colaboración, cada vez más frecuente,
con instituciones académicas de la dictadura china 

Quizá a la ciudadanía aragonesa este par de mensajes de correo electrónico parezcan una cuestión irrelevante y de puro consumo interno. Creo que no, menos si nuestra Universidad es la institución pública –pagada con los impuestos de los aragoneses– que debe cumplir con los fines recogidos en el artículo 3 de sus propios Estatutos. Basta recordar dos apartados: "b) La creación, mantenimiento y crítica del saber mediante las actividades docente e investigadora en la ciencia, la cultura, la técnica y las artes" y "k) La aceptación, defensa y promoción de los principios y valores democráticos y constitucionales". Por eso, bienvenido el mensaje de CC. OO. Y ojalá sirva para debatir en nuestra comunidad universitaria qué efectos secundarios tiene continuar colaborando con las universidades de la China comunista y seguir manteniendo el Instituto Confucio en nuestra ‘casa’. Son muchos los elementos que nos han de preocupar y nos han de hacer pensar. La dictadura china, en tanto dictadura, se parece a la rusa. Y hoy ya sabemos lo que está provocando.

Robert N. Proctor escribió que "sería reconfortante creer, por supuesto, que la buena ciencia tiende a viajar con la buena ética, pero la triste verdad parece ser que la crueldad puede coexistir con bastante facilidad con la ‘buena ciencia’". El jardín de política, ciencias y poder es más que complicado. La ingenuidad del lado científico no es suficiente para lidiar con asuntos políticos. La buena fe, los buenos convenios, la ‘transparencia’ y la confianza de nuestro equipo de gobierno quizá debe ser sometida a la deliberación, como mínimo, de la comunidad universitaria para saber si esto es pura cacofonía o hay algo más por lo que preocuparse. Quizá deberíamos preguntarnos qué pasa con la disidencia en la China comunista, con los uigures, con Tíbet, con Taiwán, etc. Por cierto, las consecuencias del trabajo científico no son inocuas ni están exentas de poder.

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