Mascarillas fuera

Gente con mascarilla en las calles de Zaragoza
Las mascarillas todavía se ven en las calles de Zaragoza, aunque en claro retroceso
Oliver Duch

Sigue habiendo muchos casos y algunos con consecuencias fatales, pero el coronavirus se ha acabado porque así lo hemos decidido, o lo han decidido quienes gobiernan estas cuestiones y la ciudadanía lo ha aceptado tan dócilmente como antes toleró unas fortísimas limitaciones en su vida cotidiana.

Está pasando aquí y en casi todo el mundo donde durante dos años apenas se había hablado de otra cosa que de esta enfermedad (en el sur del planeta, los problemas más imperiosos han continuado siendo los de siempre). Se ha terminado esta historia y con su final ha llegado también el de los embozos como complemento indispensable para estar en comunidad.

Las mascarillas todavía se llevan más en España que en la mayor parte de Europa, donde están volviendo rápidamente a ser una rareza. También fue mayor aquí la aceptación de las limitaciones sanitarias, sobre todo por un civismo que, si bien no suele asociarse con la imagen de este país meridional, ha sido muy destacable durante la pandemia. Pero difícilmente resistirán a los calores y el relajo veraniegos.

Sí que cabe esperar que esta pesadilla venida de Oriente, que nada bueno ha traído, podría dejar al menos el hábito individual, que también se importaría desde allí, donde es algo común, de recurrir temporalmente a las mascarillas para no contagiar al prójimo cuando se es infeccioso.

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