Por
  • Julio José Ordovás

Campanas y cañones

Cañones glorieta Sasera
Campanas y cañones
HA

Cruzo la plaza de la Seo bajo un sol de plomo. 

Suenan las campanas de la catedral y por un momento me da la sensación de que estoy en otra época. La ciudad no para de crecer y de transformarse pero hay cosas, como el sonido de las campanas de las iglesias, que se mantienen inalterables a través de los siglos y que nos permiten viajar hacia atrás en el tiempo.

Los grandes centros comerciales sustituyeron a las iglesias como lugares de encuentro y espacios neurálgicos de la ciudad. En la segunda mitad del siglo XX, una historia similar a la de ‘La Regenta’ transcurriría en torno a un edificio de El Corte Inglés, no a una catedral como la de Vetusta. ¿Y ahora? Ahora las vidas de Ana Ozores y de Fermín de Pas se cruzarían sin duda en un sitio sin alma como Puerto Venecia, posmoderno campo de concentración.

El Corte Inglés, icónico templo de consumo ‘made in Spain’, ha sobrevivido a un cambio de régimen, a sucesivos cambios de gobierno y, lo más difícil, también a los cambios de hábitos de los consumidores.

La primera vez que quedé con una chica en Zaragoza fue precisamente a la sombra de El Corte Inglés, en la glorieta de Sasera, junto a los cañones, una tarde, como hoy, de primavera. Habíamos hablado dos o tres veces por teléfono, pero no nos habíamos visto. ¿Cómo nos reconoceríamos? Llevaré un libro de poemas, me dijo. ¿Qué libro?, le pregunté. Uno de Neruda, me dijo. De Neruda no, odio a Neruda con toda mi alma, le dije. Ella había leído mis poemas y le habían gustado, pero nuestros gustos poéticos eran antagónicos. No me cabe duda de que fue ese el principal motivo por el que tuvimos una relación tan tormentosa.

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