Por
  • Javier Sebastián

Quien cuente la Historia

Quien cuente la Historia
Quien cuente la Historia
Pixabay

Es sabido que a mediados de los años cincuenta el escritor mejicano Juan Rulfo perdió a su tío Celedonio, que era quien le contaba las historias, y que por eso, después de haber escrito dos de los más grandes libros breves de todos los tiempos, ‘El llano en llamas’ y ‘Pedro Páramo’, dejó de escribir. 

Eso decía. Rulfo aún vivió una treintena de años más y lo hizo en silencio. Es admirable que uno llegue a una conclusión así: eso es todo, amigos. Me voy, ahí les dejo. Lo digo porque me parece que es justo lo contrario de lo que está haciendo desde el año 2008 esta Historia que algunos creyeron acabada, que es empeñarse en hacer un ruido descomunal: una crisis financiera que nos dejó tiesos, una pandemia que, según la OMS, acabó con la vida de casi quince millones de personas y una guerra que amenaza con llevársenos a todos por delante (apretado el botón nuclear, Berlín desaparecería en apenas minuto y medio). Añadan a eso un par de feos bichos que asoman la patita por debajo de la puerta, que son el espionaje (dicen que Pegasus es solo el principio) y la emergencia climática (se ve que en Chile no llueve desde hace trece años y que en la India y Pakistán el calor es extremo), y tendremos cinco de las plagas bíblicas que se ha empeñado la Historia en gritarnos al oído. Un respiro no vendría mal. ¿No tiene la Historia un tío Celedonio que se le muera y así pueda quedarse callada para siempre, como hizo Rulfo? Y es que necesitamos buenas noticias. Al menos, una.

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