‘Nocicepción’ social

‘Nocicepción’ social
‘Nocicepción’ social
ISM

La palabra ‘nocicepción’ se define en el diccionario como "percepción consciente del dolor". 

Es un neologismo traducido del vocablo inglés ‘nociception’, que combina ‘nocere’, dañar, del latín y ‘perception’, del inglés. Hay una ingente literatura al respecto. Visto desde fuera, es un mundo inmenso y apasionante. Son muchas hebras para deshilvanar esa inmensidad. En mi particular entretenimiento comencé leyendo el libro ‘Explicando el dolor’ de David Butler ‘et al.’ (2003). Luego, la curiosidad me llevó al ‘Tratado del dolor’, cuya primera versión se publicó en 1984 bajo la dirección de Patrick Wall (1925-2001) y Ron Melzack (1929-2019), que compendiaba colaboraciones de distintas perspectivas. Ese ‘librito’, por decirlo irónicamente, son más de 1.200 páginas. Están llenas de información donde, en cierto sentido, se dio un paso más respecto de ‘La teoría de la puerta de entrada del dolor’ que estos dos mismos autores publicaron en 1965. Esto lo explicaba muy bien Melzack en el prólogo a la edición posterior a la muerte de su colega.

Sumergirse en ese mundo de conocimiento es fascinante. Sirve para entenderse uno a sí mismo y a la propia sociedad. Como concluyen H. Flor y D. C. Turk, en su capítulo ‘Aspectos cognitivos y de aprendizaje’, "el dolor se debe considerar como un fenómeno complejo que incorpora factores físicos, psicosociales y conductuales. Si no se consiguen incorporar cada uno de estos factores no se entenderá por completo". Esa visión se corrobora en otros autores que convergen en la idea de un "modelo biopsicosocial" propuesto a finales de los ochenta por el profesor Gordon Waddell (1942-2017). Por lo que parece –y sirve como ejemplo–, "los factores psicosociales predicen el resultado del dolor en la parte baja de la espalda mucho mejor de lo que lo hacen los hallazgos físicos y biomédicos", lo cual es extrapolable a otras dolencias.

La nocicepción social sería la capacidad de un sistema social y de los individuos que lo componen para detectar relaciones y elementos dañinos

Los determinantes psicosociales del dolor están íntimamente emparentados también con los de la salud. Es una obviedad que el dolor es un aviso pero, como sabemos, no siempre su ausencia significa buena salud. Ese es otro universo semántico concomitante. Además, si "el dolor puede considerarse una consecuencia inevitable de la vida" –como se lee en el capítulo 76– cabe preguntarse por los efectos de uno sobre el otro, del dolor sobre la salud y al revés. Porque, otra obviedad, la salud es una condición necesaria para la vida. Aunque existe más de un caso con una ‘mala salud de hierro’, que resiste toda adversidad, sin salud da igual el dinero o la riqueza de que se disponga.

Ahora, si el dolor es siempre un fenómeno subjetivo, la salud comparte unas cuantas dosis de esa subjetividad. En tanto que humanos, nuestra condición mortal, es inapelable; pero cómo vivimos y llegamos al final es un arte, un ejercicio de narración e interpretación de lo que somos. Así, cabe añadir, esa interpretación en ambos casos –dolor y salud– tiene efectos públicos. Es decir, al igual que las decisiones personales en cuestiones como el consumo, la alimentación o el tiempo dedicado al ocio tienen sus inmediatas consecuencias en la vida social, lo que corresponde a la salud y al dolor es tres cuartos de lo mismo. En esto es más lo que ignoramos que lo que conocemos y cuanto más se avanza, más oceánica se muestra la ignorancia de lo que queda por alcanzar.

Las políticas públicas de salud tienen que pasar de un modelo jerarquizado a otro basado en la corresponsabilidad

El llamado "enfoque de la cesta de la compra" permite integrar elementos y relaciones explicativas. En este modelo, "el énfasis se decanta hacia el autocontrol, la responsabilidad y la participación del paciente, en lugar de estar dominado en exceso por tratamientos pasivos y centrados en el dolor". Si la nocicepción es un término "utilizado para describir la capacidad de los organismos para detectar estímulos nocivos", también cabe añadir el apellido social al término, las políticas públicas en materia de salud tienen por delante el reto de pasar de la visión jerarquizada de la salud a otra heterárquica y corresponsable. La ‘nocicepción social’, en tanto que la capacidad de un sistema social y de los individuos para detectar elementos y relaciones dañinas, invita a salir de modelos centrados en discursos imperativos a otros donde cada persona es un factor catalizador de las amenazas y gestor prioritario de su salud.

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