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Cartas al director de HERALDO: Desigualdad entre trabajadores de la DGA

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Desigualdad entre trabajadores de la DGA
Toni Galán

Desigualdad entre trabajadores de la DGA

El TSJA ha dado la razón a alrededor de 1.650 profesionales del Salud, sanitarios de Formación Profesional y de Gestión y Servicios, que reclaman la retribución del nivel III de carrera profesional y que lo tienen concedido desde 2010, sin que se reconozca así en los presupuestos de la DGA, a diferencia de médicos y enfermeros que sí lo perciben. 

Desde 2010, la DGA aplica un trato desigual a sus asalariados, admitiendo los derechos de unos pocos mientras a los demás no nos concede el honor. ¡Es paradójico que un gobierno progresista discrimine! Cuando era joven a esto se le hubiera llamado clasismo. En las Cortes de Aragón hay diputadas que se proclaman feministas y hablan de igualdad, sororidad y vulnerabilidad. Tal vez desconozcan que en Sanidad las féminas somos mayoría. Mujeres solas, viudas, en pareja, familias monoparentales, bisexuales, heterosexuales y homosexuales; también hay hombres iguales que nosotras, nuestros compañeros. Mientras la ciudad duerme, Fobétor –el que da miedo– se apodera de mi sueño. Siento un dolor insoportable, estoy en urgencias, no hay nadie para atenderme. Veo personas tumbadas en el suelo. A una persona con pijama blanco le pregunto que qué sucede; apesadumbrado responde que hoy solo trabajan médicos y enfermeras, los demás profesionales no han acudido al trabajo porque nuestro patrón los discrimina: "Nosotros sin ellos poco podemos hacer". Protector de mi sueño, Morfeo me revela que esto nunca pasará. Fantaseo una realidad vivida. Me iba a reventar la cabeza de dolor, un celador me ofreció una silla, una administrativa tomó los datos, una TCE me ayudó a tumbarme, una médica me valoró, me extrajeron sangre que analizó un técnico de laboratorio... ¡Señores diputados, no nos descuiden, vigilamos!

Macarena Zubiri Ara. ZARAGOZA

El atajo de Turuñana

En 1929, poco después de inaugurarse la línea internacional del Canfranc, se abrió el atajo Turuñana-Zuera que habían exigido los franceses. La línea, de 39 kilómetros, evitaba un rodeo de 47 para llegar a Zaragoza desde Francia. De ella decía un estudio del CESA: «La rampa media es del 5,7 por mil y no presenta limitaciones para su explotación». Características que no evitaron su cierre en 1964. En 1970, un tren sin conductor rompió un puente de menos de 50 metros en la vertiente francesa y la línea fue cerrada. Después, diversas instituciones y asociaciones hicieron constar su oposición al cierre. Una opinión destacable decía que recuperar la línea directa Zuera-Ayerbe era «la única actuación factible a corto plazo con una modesta inversión; primero hacer los deberes en casa y luego hablar con los franceses». "Opción de poco coste y con efectos inmediatos que rebajaría en una hora el viaje entre Zaragoza y Canfranc", decía un estudio de Ineco que era favorable a su recuperación. Si esta parecía entonces conveniente, el prolongado corte del tráfico ferroviario durante 14 semanas que se anuncia, y de otras 4 en una segunda fase, debería servir a las administraciones para reabrir antes un atajo que nunca se debió cerrar.

Carlos García Martínez. JACA

Barrios degradados

"Oiga, una preguntica: ¿fuma hierba?". Así me abordó el otro día un individuo durante mi habitual trayecto por el Casco Viejo. Al menos era educado. Pero es un síntoma del peligroso deterioro social de los viejos barrios. Ahora que en mi pueblo se ha despertado un movimiento de preocupación por su estado degradado, uno piensa enseguida en lo físico: los solares, las casas ruinosas que se desploman, las pintadas groseras y los excrementos de los bichos sin dueño y de las mascotas de dueños descerebrados. Pero cuesta hablar de una causa, y consecuencia tal vez, de ese deterioro: los habitantes inadaptados o de peligrosa indisciplina social que desprecia cualquier norma de convivencia. Esto no es nuevo, ya que llevamos cuarenta y tantos años de un paulatino deterioro que incluso supongo que llegó a ser más alarmante al comienzo de las oleadas de drogadicción, cuando las jeringuillas de los yonquis aterrorizaban a nuestras madres. Por fortuna, el vacío de gente con intereses normales al que la población local somete a estos barrios está siendo compensado por los trabajadores extranjeros que encuentran acomodo en lo que para los autóctonos es un ‘suburbio’. Pero no puedo dejar de recordar cómo eran esos barrios históricos cuando era pequeño, habitados en su mayoría por trabajadores y agricultores que aún conservaban las viejas y fraternales costumbres de los abuelos, como el salir a tomar la fresca mientras los chavales jugábamos en la calle. Incluso escuchábamos sus sorprendentes historias y nos abroncaban sin complejos cuando hacíamos un chandrío: la sociedad educaba a sus jóvenes sin necesidad de ser su padre, su madre o una autoridad.

Carlos San Miguel Echeverría. TARAZONA

Niños de los sesenta, abuelos del siglo XXI

Todos los niños a la calle, con los juegos de entonces, hacíamos una vida sana y con buenas costumbres. Al encenderse el alumbrado público todos los niños a sus casas. Parecían tiempos del medievo, con los animales de labranza, los carros y galeras los corrales estaban llenos de animales de consumo, la matacía del cerdo, los animales de recría, los huertos familiares, las pequeñas parcelas de viñedo, olivar o pequeñas propiedades en las huertas, todo era poco en una economía de subsistencia. Los niños y abuelos ayudábamos en los tareas agrícolas, aprendíamos los oficios familiares, desde bien pequeños. En el cine Avenida, veíamos las películas norteamericanas, con aquellos lujos, luces, vehículos y formas de vida, pensando que nunca los íbamos a disfrutar nosotros. Empezaron a llegar los primeros televisores, los tractores, y todo lo demás. Empezamos con la modernidad. Con pocas ocasiones de tener estudios, la mayoría empezamos a trabajar, formamos nuevas familias, que con hijos nos bendecirían. Pasó el tiempo tan rápido, que a abuelos hemos llegado ya. Nos preocupa esta nueva sociedad, pocos valores morales, drogas, sexo sin sentido, en muchos casos para escandalizar. Ya no salen a la calle los niños a jugar, se hacen de dos metros porque no se doblaron jamás, tienen todas las oportunidades, sin saberlas aprovechar, llevan los cuerpos con dibujos, pendientes, ‘piercings’, no necesitan nada, les hemos comprado todo antes de que lo piensen. Están en una nube, no saben de dónde viene el dinero. No tienen objetivos para poderse superar. Tampoco se marcan metas en estudios para prestigio profesional o personal. Gracias que no son mayoría, que responsables hay muchos más. Estamos muy preocupados con el futuro de nuestros nietos, deseamos que tengan mejor vida que la que a nosotros nos tocó luchar.

Mariano Remiro Monteagudo. ÉPILA (ZARAGOZA)

Las cartas al director no deben exceder de 20 líneas (1.500 caracteres) y han de incluir la identificación completa del autor (nombre, apellidos, DNI, dirección y teléfono). HERALDO se reserva el derecho de extractarlas y publicarlas debidamente firmadas.

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