Por
  • José María Serrano Sanz

Cajal, aragonés

El legado de Santiago Ramón y Cajal aún no encuentra destino definitivo
Cajal, aragonés
Heraldo.es

El pasado 1 de mayo se cumplieron 170 años del nacimiento de Santiago Ramón y Cajal en Petilla de Aragón, municipio del norte de la provincia de Zaragoza, administrativamente navarro por azares de la historia. 

Su padre había ido a ejercer poco antes su profesión de cirujano y pronto volvería a Larrés, su pueblo, con la familia, para comenzar su peregrinaje por diversos pueblos de Aragón. He leído que el Gobierno navarro tiene interés en homenajearlo resaltando su condición de navarro. A mí homenajear a Cajal me parece estupendo, pero no se debe olvidar su inequívoca condición de aragonés.

El jurista José Luis Merino ya demostró en estas mismas páginas que nunca pudo ser navarro, porque no era hijo de padre y madre navarros. Ambas familias eran aragonesas desde que se tiene noticia, cosa que lo naturalizaba como aragonés, fuera cual fuese su lugar de nacimiento. Pero, sobre todo, están los innumerables testimonios del propio Cajal: "hijo de Aragón" se autodenominaba y "paisano" era su término al encabezar cartas a amigos aragoneses. Su condición de aragonés era tan meridiana para todos que su amigo Olóriz llegó a decir en su discurso de contestación al ingreso de Cajal en la Real Academia de Medicina "aragonés sería, aunque el azar le hubiese hecho nacer en las orillas del Turia o del Guadalquivir". Significativamente, la Diputación Provincial de Zaragoza lo nombró en 1900 ‘hijo predilecto’ de la provincia, no ‘adoptivo’.

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