Por
  • Julio José Ordovás

Franz Biberkopf

Franz Biberkopf
Franz Biberkopf
Pixabay

Alfred Döblin publicó ‘Berlín Alexanderplatz’ en 1929. 

Franz Biberkopf, el personaje que protagoniza la novela, es un hombre que sale de la cárcel y busca la redención o al menos una oportunidad en las calles de la ciudad alemana, sumida en una desaforada convulsión social. Pocas novelas reflejan, como la de Döblin, el tormentoso clima político y moral de la Europa de entreguerras. Visto hoy, no cabe duda de que Franz Biberkopf es carne de nazismo. Un indignado ‘avant la lettre’.

Pienso en Biberkopf cuando trato de imaginarme el perfil de los votantes de Marine Le Pen. Son los votos del malestar, de la rabia, de la frustración, del miedo y de la nostalgia. Sobre todo de la nostalgia. Nostalgia de un pasado ‘photoshopeado’, idealizado, falseado a conciencia. Hay que desconfiar siempre, sistemáticamente, de los políticos que se envuelven en banderas y proponen soluciones fáciles, y expeditivas, a problemas tan complejos como delicados. Hay que desconfiar de los políticos mesiánicos que instrumentalizan la indignación de una ciudadanía cansada y asustada. Hay que desconfiar de los políticos que apelan a los sentimientos, insultando a la inteligencia.

Los pájaros chillan celebrando la primavera y yo camino entre la gente compadeciendo a los adolescentes que se resisten a quitarse la mascarilla por temor a que su acné y sus ortodoncias salgan a la luz. En esta parte del mundo la vida discurre, un día más, con engañosa normalidad. Pero yo no puedo dejar de pensar en Franz Biberkopf. Ahora estará en Twitter o en alguna otra taberna, lamentando la derrota electoral de ‘madame’ Le Pen o justificando los crímenes de Putin.

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