Por
  • José Tudela Aranda

Autonomía: satisfacción y desafíos

La multitud llegó a rebosar la plaza del Pilar de Zaragoza. En la imagen, una enorme bandera de Aragón de 3.000 metros cuadrados se desplegó en la plaza del Pilar.
Autonomía: satisfacción y desafíos
Archivo Heraldo

Celebramos en 2022 los cuarenta años de una fecha que puede calificarse como histórica sin caer en la retórica. 

La aprobación del Estatuto de autonomía supuso para Aragón cerrar el círculo virtuoso de la libertad recobrada con la Constitución con el autogobierno. Libertad y autogobierno, bueno es recordarlo, son inseparables en la historia de la España democrática. Hoy es posible recordar, con legítimo orgullo, aquel momento en el que se suscribió con entusiasmo un presente como el que hoy disfruta Aragón. Las dificultades (innegables) de los últimos años no pueden cegar la mayor: en cuarenta años, España y Aragón han sufrido una extraordinaria y transversal renovación. De forma sintética, se puede afirmar que se han dejado atrás todos los anclajes que nos vinculaban al pasado para pertenecer de lleno a la modernidad democrática europea.

Con la aprobación en 1982 del Estatuto de autonomía, Aragón emprendió un ciclo
histórico virtuoso

Dentro del conjunto de lo sucedido en el Estado, en Aragón es posible singularizar algunos rasgos que permiten un juicio incluso más positivo. Desde un análisis político, destacan dos notas: pluralismo y acuerdo. El sistema de partidos aragonés ha sido siempre particularmente plural, respondiendo a la singularidad política de la Comunidad. Un hecho que es, a su vez, presupuesto de la segunda y relevante característica de la política aragonesa: el pacto, la vocación de acuerdo. Junto a ello, es preciso volver a reivindicar el papel trascendental desempeñado en la evolución del Estado autonómico. Se puede afirmar que sin su decidida apuesta por acceder a la denominada ‘autonomía plena’, el diseño territorial de España sería diferente.

Por todo ello, hay motivos para la satisfacción e, incluso, para cierta complacencia. Celebrar es positivo y bueno es hacerlo en tiempos difíciles, propensos para el desánimo. Pero, de forma inmediata, hay que detenerse para reflexionar. En estos años, el mundo ha cambiado con una radicalidad y velocidad sorprendentes. Los nuevos escenarios plantean riesgos y también numerosas oportunidades. El futuro (inmediato) será de aquellos que a nivel colectivo y/o individual sepan leer las exigencias del nuevo entorno y actúen en consecuencia, generando las respuestas necesarias. Existen retos globales que exigen una respuesta global. Pero también los hay de una dimensión más cercana a los que podemos y debemos hacer frente desde Aragón.

Cuarenta años después, debemos utilizar las herramientas del autogobierno para aplicar las reformas que nos permitan adaptarnos a una nueva realidad

No puedo siquiera enumerar los ámbitos de acción pública y privada en los que Aragón parte de una posición ventajosa para ese futuro que es presente: logística; energías renovables; transformación agropecuaria… y la suma de un talento transversal que se manifiesta en campos muy diversos. Aprovechar todo ello debe ser uno de los primeros objetivos. Pero querría llamar la atención sobre la importancia de una cuestión directamente relacionada con la capacidad de autogobierno y con esas características políticas que he señalado al principio. Me refiero a la necesidad y oportunidad de afrontar las reformas institucionales precisas para generar las condiciones más propicias tanto para el propio hacer de la Administración como de las dinámicas surgidas desde la iniciativa privada.

Si se constata que nada es como era hace cuarenta años, habrá que convenir que es preciso afrontar los desafíos derivados del nuevo orden. Creo que se puede compartir que instituciones y Administración deben cambiar, incluso sustancialmente, su forma de actuar para adaptarse al nuevo contexto social. El amplio autogobierno con el que Constitución y Estatuto han dotado a Aragón pone a disposición de los aragoneses las herramientas necesarias para que, con independencia de lo que otros hagan o dejen de hacer, tener capacidad para tomar posición de privilegio en un contexto en el que casi todos parten de cero. Hay que ser consciente de ello y, desde la ilusión de los proyectos propios de un tiempo iniciático, trazar el camino que facilite la innovación y flexibilidad necesarias para continuar el ciclo virtuoso que comenzó hace cuarenta años.

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