Valeria

Valeria Syrotova con su hijo Mikhail en brazos en el hospital Miguel Servet este domingo antes de ser dada de alta
Valeria Syrotova con su hijo Mikhail 
Francisco Jiménez

La foto tiene un efecto hipnótico. 

No puedo despegar mis ojos de los suyos. Vuelvo de un puente festivo –de viaje, familia, sol, vacaciones– y me encuentro con su foto en HERALDO. Valeria, refugiada ucraniana de 30 años, dio a luz hace unos días a su hijo Mikhail en el hospital Miguel Servet de Zaragoza. El padre está luchando en Ucrania. En la fotografía (de Francisco Jiménez) la madre sostiene a su bebé recién nacido y mira a la cámara con una fuerza que me desarma. Valeria tiene una mirada profunda, serena, no sabría decir si triste o alegre. Sus ojos claros por encima de la mascarilla cuentan una historia de un viaje durísimo huyendo de la guerra en su país. En su mirada veo reflejados el dolor, la valentía y la esperanza de tantas víctimas de las guerras.

La foto me lleva a mi álbum familiar y me provoca un cosquilleo en el estómago. Con 30 años también sostenía a mis hijas recién nacidas en brazos. Vuelvo a recordarme que soy una afortunada. Espero no olvidarlo nunca. Tampoco la capacidad de conmoverme ni de indignarme. La mirada de Valeria se perderá en unas horas o en unos días en la vorágine de noticias que llenan los periódicos y los informativos. Mascarillas, comisionistas, fútbol, libros, autobuses, huelgas, colegios, investiduras, discusiones. Volveremos a hacer planes para el próximo puente o las próximas vacaciones. Tenemos muchas ganas de hacer planes. Pasarán las semanas, los meses, y Mikhail crecerá. Ojalá puedan volver pronto a Ucrania en paz. No olvidaré esa mirada.

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