Construir confianza

Construir confianza
Construir confianza
Heraldo

La pandemia, primero, nos cambió las condiciones de vida en todos los sentidos. 

La invasión de Putin a Ucrania, después, y la crisis energética, como secuela de todo lo anterior, nos sitúan ante una composición peligrosísima que algunos economistas señalan como ‘estanflación’. Es posible que en los próximos meses siga incrementándose la inflación con aumento de precios y salarios hasta llegar a los dos dígitos (ahora se sitúa por encima del 9%) y se ralentice el crecimiento del PIB hasta el estancamiento, pese a la inyección de los fondos europeos. Son muchos los que consideran que no están siendo distribuidos con la rapidez y fluidez necesarias.

Estamos sufriendo un gran descontento social que puede responder a un malestar social que lleva sobre el fuego un largo tiempo, pues desde 2008 los españoles hemos visto crisis de todos los colores. Pero no reformas, y ahora desgraciadamente estamos muy endeudados ante la necesidad de realizarlas. Nos sentimos invadidos por la ansiedad del presente y la aceleración casi sin control de las dinámicas sociales, lo que nos hace perder la confianza en el futuro. Parece necesario, ahora más que nunca, tomar decisiones difíciles si no queremos que nos las impongan. La política democrática no parece suficientemente capaz de garantizar la esperanza paciente. Todo ello son condiciones objetivas difíciles para este Gobierno.

La confianza es uno de los valores fundamentales en los que se asienta la democracia, y resulta especialmente valiosa en tiempos de crisis e incertidumbre

Soy de las que piensa que la confianza es el problema más acuciante y, sin embargo, el menos abordado. En este difícil contexto social, político y económico marcado por la incertidumbre es muy preocupante el descrédito de la política (y de los políticos), resulta muy difícil hablar de confianza y parece una quimera pedir a la ciudadanía que la tenga o la muestre. Los datos no lo demuestran, pues un 90% de las y los españoles declaraba no confiar en los partidos políticos, según datos del Eurobarómetro de abril del 2021. Después de los partidos políticos, las instituciones que generan mayor grado de desconfianza son el Congreso de los Diputados y el Gobierno de España, de los que alrededor de un 75% de los ciudadanos afirma desconfiar.

Hoy, en nuestro país, vivimos malos tiempos para los principios y los valores, para una visión ilusionante de la política y de la democracia, para la ética pública. Ni podemos ni debemos olvidar que la democracia es la única forma de gobierno que requiere para su existencia de la confianza de los ciudadanos. Todas las demás se las arreglan directamente con la fuerza, con la violencia, incluso física. Sin confianza, no hay democracia.

No confiamos en los partidos, pero ante este dilema no somos capaces de inventar una nueva alternativa a ellos. Ello obliga al sistema a funcionar con niveles de legitimidad muy bajos. Dicha situación se manifiesta en intransigencia, en deslegitimación del contrario, en sectarismo, en bloqueo de cualquier tipo de propuesta.

Reconstruir la confianza en el sistema, en las instituciones, en los partidos es una tarea colectiva

Los populares han cambiado su liderazgo por una persona que les daba mayor confianza, Alberto Núñez Feijóo, para ejercer una oposición que los conduzca de nuevo a la Moncloa. Ahora comprobaremos si efectivamente estamos ante una nueva etapa en el PP, que representa un espacio ideológico imprescindible para la democracia española. Sin caer en anacronismos, hoy muy en boga, es necesario recordar que el PP creció cuando se abrió a la sociedad y entendió su diversidad, que es justo lo contrario que pactar con un partido ciertamente recalcitrante. Somos muchos los ciudadanos a los que nos preocupa que un partido de gobierno mimetice la estrategia populista, provocando una pérdida de credibilidad de la política. Precisamente, el caldo de cultivo en el que florecen los demagogos.

Ahora bien construir confianza, cuidarla, hacerla crecer es tarea fundamentalmente ciudadana, colectiva, no solo de nuestros representantes e instituciones, pero para lograrlo necesitamos políticos creíbles, coherentes tanto con lo que dicen como con su propia vida y con sus propias acciones. "Nadie puede ser feliz sin participar en la felicidad pública, nadie puede ser libre sin la experiencia de la libertad pública, y nadie, finalmente, puede ser feliz o libre sin implicarse y formar parte del poder político", afirmaba Hannah Arendt.

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