Por
  • Fernando Sanmartín

Deseo que salgas de ahí

Nanopartículas circulan por los vasos sanguíneos en busca del cáncer.
Deseo que salgas de ahí
Wearbeard / SINC

Tiene cuarenta años, un exmarido, la ovación de sus hijos, un trozo de hipoteca, dos tarjetas de crédito y un estrés permanente que, como una alarma, no para de sonar, aunque haya ido una vez por semana a clase de “mindfulness”. 

También tiene un chalé adosado, un perro, una raqueta de pádel y una madre empeñada en aprender rumano para hablar en esa lengua con la chica que la cuida. ¡Cuánto hay que aguantar con una madre así!

Y todo, con esos parámetros, iba bien hasta hace nada, pero la vida es un paciente que empeora y, de repente, le han dicho que tiene cáncer, y eso es como entrar en un campo de prisioneros, y debe comenzar un tratamiento y todo se transforma, cambian los significados y llora como la última vez que lo hizo cuando tenía siete años y se cayó de una bicicleta. Yo le pregunto, le digo que treinta y tres años sin llorar son muchos, y ella me lo confirma llorando más.

Lo cotidiano boxea con nosotros, sin descanso, sube a lo grande el IPC, la guerra de Ucrania no termina y habrá otros conflictos, el fracaso escolar es una derrota y sus porcentajes son un visillo feo, los oculistas tienen las consultas llenas quizá porque no vemos bien cómo será el futuro, una cajera del Eroski y un ejecutivo de la Volkswagen toman a la vez el mismo ansiolítico, la desolación baila con la risa o al revés, aunque eso da igual. Y, mientras tanto, una mujer de cuarenta años ha comenzado sus sesiones de quimioterapia con el firme propósito de que nada se desmorone dentro de ella, difícil. 

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