Matanza de civiles
Decenas de personas han muerto en Kramatorsk, al este de Ucrania, tras un ataque con cohetes por parte de las fuerzas rusas en una estación de tren, cuando cientos de civiles intentaban huir a zonas más seguras.
Lamentablemente, todo indica que esta guerra de desgaste durará un tiempo, y con ella la muerte y la destrucción en Ucrania, mientras que sus efectos colaterales nos seguirán afectando en forma de crisis económica. El Tribunal Penal Internacional tiene que acumular pruebas de este crimen de guerra, como de los de la destrucción del teatro de Mariupol, el bombardeo de un hospital de maternidad o los cadáveres de civiles con las manos atadas a la espalda en Bucha. Termine como termine esta inhumana invasión, Putin y los militares rusos tienen que saber que la justicia tiene pruebas contra ellos para ser detenidos y juzgados.
En la ciudad de Kramatorsk se concentran los ataques rusos para tomar el control completo de la región de Donbás. Las autoridades locales han instado en los últimos días a los civiles a que se vayan mientras sea posible. En el Donbás se está alumbrando quizás la batalla decisiva de esta guerra, de la que Putin podría extraer la victoria táctica que le permitiera sentarse a la mesa de negociación sin perder la cara ante la opinión pública rusa.
El brutal ataque contra la población civil en Kramatorsk ha coincidido con la visita a Kiev de la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, y del alto representante de Política Exterior, Josep Borrell, que han prometido más dinero para armar a Ucrania. Hasta ahora las sanciones aplicadas por la UE y Estados Unidos contra Rusia no han producido un impacto visible para suavizar la ofensiva de Putin. Probablemente lo tendrán a largo plazo. Pero la crueldad de esta guerra exige medidas inmediatas para asfixiar la capacidad económica de Moscú de financiar su actividad militar.
