Qué solos están los ucranianos

Las manifestaciones de los ucranianos emigrados y ahora también refugiados en España son conmovedoras por lo que representan y por cómo están discurriendo.

Marchaban tristes el otro día por el centro de Zaragoza, como en otras ciudades, con un mensaje inapelable: «Queremos paz», sin apuntar contra nadie ni nada, al menos en los lemas a viva voz. Se hacían notar porque son bastantes (y más lo van a ser en los próximos tiempos). Pero, al contrario que en otros lugares de Europa, están saliendo a la calle casi solos, con escasísima complicidad de los locales.

Cuando la anterior gran guerra en la que participó España (en la actual lo está haciendo, al menos, con el envío de armas y el castigo económico), las protestas fueron aquí multitudinarias. Era otra invasión, la de Iraq por Estados Unidos, y también se alimentaba de mentiras. Aznar la apoyaba entusiásticamente. Si bien más lejana en todo, fue mucho más movilizadora para la izquierda, que siempre se manifiesta más y mejor, y entonces tenía a quien poner en el centro de la diana sin exponerse a contradicciones.

También, el movimiento pacifista era más fuerte. Y, cuando comenzó aquello (hace casi 20 años), faltaban unos meses todavía para que naciera Facebook. Las redes sociales no han hecho sino crecer y ahora son un gran vehículo para la agitación (el 15-M es el ejemplo recurrente). Pero también pueden tener un poderoso efecto paralizante como difusoras de bulos, un arma de guerra que usa la Rusia de Putin con maestría y descaro. Si todo puede ser mentira, ¿por qué, por quién, salir a la calle?