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  • Ángel Garcés Sanagustín

El muro y la muralla

El muro y la muralla
El muro y la muralla
Pixabay

Putin hizo parte de su carrera, como agente del KGB, en torno al Muro de Berlín. 

Asistió a su caída, lo que supuso para él una derrota militar y personal. Al desmoronarse el régimen comunista de la Alemania Oriental, sintió el silencio de Moscú. Experimentó una sensación de orfandad. El paternalista Estado soviético les había abandonado.

Putin desprecia a los regímenes democráticos, a los que considera débiles. Se presenta como el adalid de un nacionalismo basado en los derechos históricos. Ambas características le hacen un continuador de la más genuina tradición rusa, la que une las gestas de los zares y del estalinismo.

Rusia y China están gobernadas por regímenes dictatoriales, pero las mentalidades y las tradiciones en las que se apoyan son muy diferentes

Para Putin, las fronteras no son lugares permeables por los que transitan mercancías y personas. Putin visibiliza las fronteras como un muro, una pared que agrupa a personas, lingüística y culturalmente iguales, que comulgan con un credo político. Y, en el fondo, también religioso, lo que explica las excelentes relaciones de los mandatarios rusos con el Patriarcado de Moscú.

Por cierto, y aunque esto nos llevaría muy lejos, el sistema de privatización de nuestro entramado de empresas públicas no difirió en mucho del acometido por la perestroika; si bien, en este último caso, la falta absoluta de controles propició la irrupción de una oligarquía económico-financiera sin parangón en el mundo.

En fin, el Muro de Berlín se construyó para que la gente no huyera del paraíso terrenal que prometía la ‘democracia popular’. Sin embargo, la Gran Muralla China representa una impresionante línea defensiva. Se erigió para que no entraran los enemigos que acechaban la frontera. Representa un símbolo de lo que fue y de lo que es China, una nación ensimismada en su propia cultura, que no pretende expandirse. Resulta curioso comprobar que China ha sido históricamente invadida por sus vecinos, pero ha carecido de esa pulsión expansionista.

El Muro de Berlín impedía salir a los disidentes; la Gran Muralla China fue construida para impedir la entrada

Frente al ardor imperialista de Japón, nos encontramos con el sentido defensivo de China, que aflora ya en el libro ‘El arte de la guerra’ de Sun Tzu. Las recientes anexiones de Hong Kong o Macao se han hecho conforme a las normas internacionales, pactando con las antiguas metrópolis coloniales. Es cierto que la República Popular de China tiene un asunto pendiente, Taiwán, pero, hasta el momento, muestra una inteligente contención.

China aspira a ser la gran potencia económica del mundo, y lo va a ser. Su influencia en el exterior tiene que ver con los mercados. No aspira a que su fuerza militar se convierta en un ejército invasor. Al contrario que la Unión Soviética o Estados Unidos, nunca enviará tropas a Afganistán, donde ya está fraguando lucrativos y estratégicos negocios para su economía.

Estas características de China permiten descartar una Tercera Guerra Mundial y alejan la posibilidad de una nueva Guerra Fría. Otra cuestión distinta es si Occidente entendió bien la globalización, que propició una desbocada deslocalización de muchas empresas y una ausencia de planificación estratégica para los sectores básicos de las economías europeas. Tampoco se comprendió que la democracia es difícilmente exportable y que, al este de Kiev, es, hoy por hoy, una quimera.

Por otro lado, en el campo de batalla –aunque sea en el económico–, las democracias occidentales están en aparente desventaja, pues las continuas reivindicaciones, legítimas o no, de algunos colectivos constituyen un hándicap frente a sociedades en las que la discrepancia ha sido violentamente erradicada. Sin embargo, si existen lealtad institucional y adhesión a nuestras democracias, nuestros valores no deben debilitarnos. Al contrario, han de reforzarnos.

El Muro que se encuentra en la cabeza de Putin puede alargar la guerra mucho más allá de lo razonable. La Gran Muralla, que se encuentra en el imaginario de los dirigentes chinos, contribuirá a frenarla.

"Lo supremo en el arte de la guerra consiste en someter al enemigo sin darle batalla", Sun Tzu.

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