Adjunto a la Dirección de HERALDO DE ARAGÓN

Pienso, luego estorbo

Parece que el Gobierno no quiera que los jóvenes se acostumbren a pensar.
Parece que el Gobierno no quiera que los jóvenes se acostumbren a pensar.
Carlos Moncín / HERALDO

Desde Sócrates, las letras han tenido dos funciones contrapuestas: o ‘corrompen’ a la juventud o la integran mansamente en el sistema civilizatorio.

 Cuando los artistas y los intelectuales han incitado a los estudiantes a pensar de forma autónoma, el poder ha recelado de ellos. A cambio, ha premiado a los que han actuado como agentes ‘normalizadores’, puesto que la educación es el mecanismo que históricamente ha tenido el papel de amansar la insumisión humana.

Ahora, el Gobierno español ha aprobado unos nuevos planes de estudios que vuelven a arrinconar la Filosofía con la justificación de que, a cambio, impulsan la asignatura ‘Valores Cívicos y Éticos’. ¿Pretenden colar como Filosofía algo que no es más que un bienintencionado catecismo laico? Los ‘Valores’ son normas prescriptivas que dicen al alumno lo que tiene que hacer, mientras que la Filosofía le plantea preguntas incómodas sobre él y el mundo. Pero, en aras de las sacrosantas empleabilidad y productividad, este Ejecutivo también sigue la trillada senda de desprestigiar el conocimiento humanista por considerarlo ‘inútil’.

Descartes resumió en tres palabras la condición humana: «Cogito ergo sum» (pienso, luego existo). Pareciera que en la Moncloa hubiesen hecho su propia adaptación cartesiana observando a los ciudadanos del siglo XXI: ‘Piensan, luego estorban’. Por eso, no les gusta la Filosofía, que es una ciencia menos rentable económicamente que las matemáticas o la informática. Y, además, es peligrosa porque, desde Platón a Fernando Savater, siempre alienta la rebeldía.

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