Biblioteca humana

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Seguro que más de una vez le habrán dicho a alguien aquello de que se explica como un libro abierto. 

Las personas tienen la capacidad de hacerlo incluso mejor. Ya lo advertía Gracián en su ‘Oráculo manual y arte de prudencia’: "Tanto es menester tener estudiados los sujetos como los libros". No se equivocaba el jesuita al insinuar que todos poseemos algo que contar, siempre y cuando haya quien esté dispuesto a escucharnos.

Eso debió de pensar el grupo de daneses que fundó hace más de dos décadas la Biblioteca Humana, donde, en lugar de impresos, se prestan testimonios de carne y hueso para mostrar que las apariencias engañan. Este proyecto, con sede en Copenhague, ha dado la vuelta al mundo. Parte de la base de que, quienquiera que ostente el don de la palabra, en cualquier grado, atesora cierta sabiduría que compartir. Y el mensaje será de valor incalculable. Una de sus mayores ventajas es que es absolutamente interactiva: se pueden formular a cada persona-libro las preguntas que se estimen oportunas. Como sucede con las páginas impresas, cada cual interpretará el relato a su manera y, claro, en función de las circunstancias. Así se establece un diálogo entre individuos que de otro modo no tendrían la posibilidad de interactuar, por timidez o por prejuicios. Conversar con un indigente, una persona transgénero, alguien diagnosticado con un trastorno de espectro autista, un refugiado o un ciego. Leer en los ojos de un desconocido. ¿Quieren convertirse en libro? Prometo buscarles pronto un lugar en mis estantes.

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