Por
  • Jesús Morales Arrizabalaga

La carta

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POL

Qué carta? Creo que podemos apelar a la notoriedad: en estos últimos días hemos escrito, leído y hablado mucho de la firmada por el presidente del Gobierno de España y dirigida al rey de Marruecos (fechada el 14 de marzo). 

HERALDO la transcribió el día 23.

Hay coincidencia en que estamos ante uno de los documentos más importantes y desconcertantes de la reciente política española.

No voy a dedicar atención a los abundantes y graves defectos gramaticales, sintácticos, léxicos...; han sido suficientemente señalados por analistas cualificados. Me centro en la calidad del texto como discurso representativo de la calidad del análisis político subyacente. Me interesa también destacar la disonancia grave entre el texto y la relectura fallida que luego se ha intentado.

1.- ¿Qué es? El lenguaje de las relaciones internacionales está codificado con reglas muy precisas. Hay unas tablas de correspondencia que establecen el formato, su registro, la tonalidad de un escrito, según sea su propósito. En un extremo, los textos solemnes, en el otro, los amistosos. En este caso intenta combinar uno y otro; como hacemos por ejemplo cuando en un encabezamiento usamos fórmulas del tipo ‘Excelentísimo Sr., querido amigo’ que superponen lo formal y lo cordial. ¿Consigue este difícil equilibrio? No. Desde el código lector de un rey con referentes asiáticos, es una insólita carta de un plebeyo dirigiéndose a alguien reputado como descendiente de Mahoma y, por tanto, revestido con una capa de favor divino.

2.- Se omite la mención a ‘reino’. Aunque se trata de hablar de relaciones entre Estados que curiosamente tienen ambos forma de reino, se evitan estos términos precisos (Estado, reino) y se sustituyen por vaguedades del tipo ‘país’. Lo más sencillo hubiera sido hablar de relaciones entre reinos y que los interlocutores fuesen sus reyes. ¿No?

3.- Se mezclan autorías distintas, con lo que la responsabilidad del contenido del texto se hace confusa para el lector. Hay un uso llamativo de la primera persona (yo, yo, yo...) que luego se convierte, mágicamente, en ‘España’ (España considera que...). ‘L’État c’est moi’. ¿De quién son las palabras? ¿De quién los compromisos?

4.- La pieza argumental principal está mal redactada: "España considera que la propuesta... como la más seria, creíble y realista...". Algo sobra o algo falta. Uno esperaba más destreza en el arte del corta-pega. Por cierto, ¿hay otras propuestas?, ¿de quién?, ¿no son suficientemente serias?, ¿creíbles?, ¿realistas?

En cuanto a la relectura:

5.- Pese a lo que diga el preterido ministro Albares, nada hay que indique la existencia de ningún tipo de acuerdo. Es un texto unilateral, apenas un primer esbozo: simplemente quiere "transmitir algunas ideas importantes". Ni indicio de bilateralidad, negociación o acuerdo.

6.- Sobre la existencia de un cambio sustancial en política exterior –negado por los relectores gubernamentales– hay confesión de parte: el documento sitúa como principal en el lugar más visible (inicio y colofón) la expresión "nueva relación" entre nuestros dos países.

La torpe redacción y la confusión de ideas que se perciben en la carta
que el presidente del Gobierno español dirigió al rey de Marruecos
sobre el Sáhara Occidental desacreditan a nuestro país

Creo que precisamente va de eso: el presidente del Gobierno transmite al rey de Marruecos su voluntad de iniciar una nueva relación entre ambos reinos (ocultados) y adelanta algunas ideas no estructuradas (¿personales o institucionales?) sobre las que cree que podría iniciarse el proceso para formalizarlas. ¿Qué apoyo técnico institucional ha tenido? Desde luego no el ministro del ramo, salvo que este se equivoque en su propia denominación institucional y confunda su nombre oficial ‘asuntos exteriores...’ con el de ‘asuntos europeos...’ como figura en la carta.

La democracia se asienta en la idea de que los ciudadanos eligen a alguien que les represente, confiando en su mayor capacidad personal, o que tenga fácil rodearse de expertos especializados que aporten sus pericias. Nada es más volátil que la confianza.

Un escrito de redacción tan torpe desacredita a su firmante, a su redactor y a los asesores técnicos inhibidos, que están para filtrarlo, para evitar que el principal cometa errores crasos. El daño que estas negligencias culposas hacen a las instituciones, solo beneficia a los grupos y países que se nutren del desprestigio del nuestro. De nuestro Reino de España.

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