Por
  • José Tudela Aranda

Siglo XXI

Siglo XXI
Siglo XXI
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Para Eric Hobsbawm, el siglo XX finalizó en 1989. 

La inteligente datación del historiador británico es útil para valorar las primeras décadas de este siglo. Bien podría decirse que la última década del siglo XX es tierra de nadie. Una isla de pretendida felicidad que ni fue epígono de un siglo ni comienzo de otro. Francis Fukuyama vio en ese final anticipado del siglo XX el final de la historia, como sinónimo de victoria inapelable de la democracia y, con ella, el inicio de una era de plenitud.

Los acontecimientos de estas primeras décadas del siglo XXI están demostrando las aceleradas transformaciones y los graves peligros a los que se enfrenta el mundo

Como si hubiese querido desmentir de manera drástica al pensador americano, el tiempo transcurrido del siglo XXI ha demostrado que la historia está más viva que nunca. Difícilmente en tan poco tiempo, apenas veinte años, se pueden concentrar tantos y tan relevantes acontecimientos. Un breve y somero repaso, mencionando tan solo los más importantes, nos lleva a recordar que, en el 2001, fuimos testigos del mayor ataque terrorista de la historia. Un ataque cargado de simbolismo y que fue el inicio de un tiempo de amenazas constantes contra la seguridad. Siete años más tarde, la quiebra de Lehman Brothers anunciaba el inicio de una crisis económica de dimensiones extraordinarias. Sus consecuencias siguen vigentes. Hace tan solo dos años, 2020, la humanidad vio el retorno de imágenes que parecían congeladas en las hemerotecas. Una epidemia global colapsó, literalmente, una forma de vida que parecía inatacable. Finalmente, cuando aún la epidemia está presente, Rusia invade Ucrania y voces que parecían imposibles de escuchar se repiten (Tercera Guerra Mundial, holocausto nuclear). Más allá, imágenes de brutal dureza nos golpean recordando la fragilidad de nuestros valores y nuestra forma de vida. Unos hechos que, desde otra dimensión, deben completarse con un profundo cambio en la geopolítica tradicional, como la propia guerra está demostrando.

Una enumeración que permite calificar estas décadas como extraordinarias. Pero hay más. En paralelo, asistimos a la más profunda transformación tecnológica acaecida en la historia. Porque si bien la humanidad ha sido testigo de otros momentos de cambios profundos ligados a los avances científicos y tecnológicos, esos cambios nunca se produjeron con la velocidad a la que acontecen hoy. Una circunstancia esencial para comprender muchos de los anacronismos que nos rodean, entre ellos, la incapacidad de las instituciones para responder adecuadamente a las demandas sociales. Si hechos como los narrados han provocado profundas transformaciones y tienen consecuencias directas sobre nuestras vidas, la incidencia de la revolución tecnológica aún los supera con su capacidad de transformación horizontal. No hay espacio de nuestros círculos vitales que no se vea afectado.

Pero la humanidad nunca ha tenido como ahora tantos medios para dirigir su destino

En el momento de realizar un ensayo de valoración, lo único que puede afirmarse con cierta seguridad es que se trata de un tiempo excepcional. No se puede dar un diagnóstico. El avión, que despegó con clima idílico y previsión de una ruta excelente, se encuentra inmerso en pleno proceso de turbulencias y no es posible imaginar ni dónde ni cómo aterrizará.

Si bien la lectura de los acontecimientos enunciados puede llevar a la conclusión inmediata de que se trata de un siglo maldito, casi en términos apocalípticos, creo que se puede intentar realizar otra lectura. Podrían enunciarse datos y hechos que muestran tanto la fortaleza de los valores representados por el Estado democrático como una mejora global de las condiciones de vida, con disminución de la pobreza e incremento global de la edad media de vida. Pero quisiera destacar lo que me parece más trascendente. Nunca la humanidad ha tenido tantos medios, tanta capacidad, para enfrentarse a los retos que se presenten, por complejos que resulten. La creación de las vacunas contra la covid es buen ejemplo de ello. Es un tiempo complejo, nutrido de graves riesgos. Pero hay que enfrentarlos. Hoy, más que nunca, es preciso apelar al buen gobierno y cultivar lo mejor de la sociedad.

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