Adjunto a la Dirección de HERALDO DE ARAGÓN

Los dividendos de la guerra

Un hombre en busca de enseres en un edificio destruido por los bombardeos rusos, este sábado en Kiev.
Un hombre en busca de enseres en un edificio destruido por los bombardeos rusos, este sábado en Kiev.
ATEF SAFADI/Efe

Cuando sucumbió la URSS (1991) se puso de moda hablar de los ‘dividendos de la paz’: el final de la Guerra Fría y el repliegue militar de Estados Unidos y la Unión Soviética debían generar un multimillonario descenso del gasto bélico. Este ahorro presupuestario se traduciría en una inyección de liquidez en el sector privado y en los hogares. La UE apostó por el ‘poder blando’ de la economía y la cultura, desarrollando interconexiones energéticas o comerciales con el Este. El «suave comercio» vuelve civilizados a los hombres, decía Montesquieu. Mientras tanto, EE. UU, siguió apostando por el ‘poder duro’ de las armas.

Tres décadas más tarde, la embriaguez bélica de Putin está destruyendo el orden de seguridad construido desde 1991, en un proceso semejante al final de la primera era de la globalización, en 1914. Moscú lo quiere sustituir por un desorden basado en la fuerza. De hecho, solo los arsenales estadounidenses (OTAN) impiden que el Kremlin planee invadir también Finlandia o Polonia. Por eso, la reacción unánime en Occidente a la invasión rusa de Ucrania es un rearme inmediato, con anuncios de incremento de gasto en Defensa. Son los dividendos de la guerra.

A golpe de misil, Putin ha acabado con la visión de la historia que ha tenido Europa desde que cayó el Muro de Berlín (1989). Su artillería dispara el mensaje de que no acepta un orden mundial organizado a partir de grandes principios que garanticen la paz y la justicia. La seguridad manda y a ella ha de subordinarse todo lo demás. Malos tiempos para el internacionalismo y el cosmopolitismo. 

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