Adjunto a la Dirección de HERALDO DE ARAGÓN

Putin: el dilema del prisionero

Putin: el dilema del prisionero
Putin: el dilema del prisionero
POL

A Lenin se le atribuye haber afirmado que "hay décadas en las que no pasa nada y semanas en las que pasan décadas". 

Ahora atravesamos días vertiginosos que reordenarán la escena internacional para los próximos años. Por ello, el 24 de febrero de 2022 será tan histórico como el 9 de noviembre de 1989 (caída del Muro de Berlín) o el 1 de septiembre de 1939 (invasión de Polonia por las tropas de Hitler). ¿Regresaremos a un mundo bipolar o será multipolar? ¿Se reforzará el derecho internacional o la ley del más fuerte? No se sabe todavía. Lo único claro después de 24 días de guerra es la brutalidad de Putin-Goliat y la valentía de Zelenski-David. En un contexto de bombardeos indiscriminados, ahora la prioridad es ayudar a los ciudadanos ucranianos deteniendo la guerra. Y para pararla hay que negociar.

Por muy cargado de razones que esté Occidente, enarbolando la bandera de los valores democráticos y las libertades individuales, no habrá paz sin concesiones de ambas partes. Como repite estos días el teniente general Gan Pampols, no hay ni una guerra que no haya terminado en una mesa de negociación. Por ello, mientras no llegue una revuelta en el interior de Rusia contra el zar del Kremlin, la comunidad internacional debe propiciar una salida que permita proclamar tanto a Putin como a Zelenski que han salido ganando. Tiempo habrá después para que actúen los tribunales de Justicia internacional.

El segundo jinete del Apocalipsis cabalga desbocado por las llanuras de Ucrania. ¿Cómo embridar ese caballo?

La impericia del mando militar ruso ha situado a Moscú ante una disyuntiva diabólica: machacar Ucrania, como hizo en Chechenia, hasta ocupar el país o seguir dosificando su ataque, exponiéndose al riesgo de empantanarse en una guerra de guerrillas de indefinida duración. Las dos opciones son malas, por eso puede aceptar una tercera sustentada en las conversaciones ya iniciadas para detener la invasión. Ahora bien, esta opción solo le parecerá buena al dictador ruso, que no puede mostrar debilidad ante los suyos, si le permite conservar su omnímodo poder.

En este punto es dónde hay que rescatar la teoría de juegos, que tan célebre se hizo durante la Guerra Fría. El matemático Von Neumann desarrolló esta teoría que estudia la pugna entre oponentes que son capaces de engañar al otro. Un juego es una situación conflictiva en la que uno debe tomar una decisión sabiendo que los demás también las toman y que el resultado del conflicto se determina de algún modo a partir de todas las decisiones. Quizá el caso más conocido dentro de la teoría de juegos es el dilema del prisionero: la policía captura a dos sospechosos de un delito. Si ninguno de los dos confiesa, salen libres. Si uno confiesa y el otro no, sale libre y el segundo es condenado. Si confiesan los dos, ambos son condenados, pero a una pena inferior. Es decir, si cooperan, se salvan los dos, pero si desconfían el uno del otro, salen los dos perdiendo. El punto de equilibrio en este juego depende de la información que tengan o de si existe mediación.

En la negociación que han iniciado Moscú y Kiev, ¿existe una recompensa lo suficientemente apetecible para Putin si retira sus tropas y permite que Ucrania siga siendo un país soberano? Una opción que valoran los países de la OTAN es proponer que Zelinski ceda una franja de territorio que abarcaría desde el Donbás hasta Crimea. Sería un nuevo Estado que Rusia convertiría en una república satélite. De este modo, Putin podría ofrecer a sus conciudadanos una conquista parcial de territorio con el argumento de que su objetivo nunca fue ocupar la totalidad de Ucrania.

La paralización de la guerra pasa por un acuerdo que permita proclamar, tanto a Putin como a Zelenski, que han salido ganando

Esta solución tendría el inconveniente de que sería difícil que la acepten Zelinski y el pueblo ucraniano después de tanto sufrimiento. Convencerles requeriría darles algo a cambio, como un tratado de relación especial con la Unión Europea. Moscú se mostraría entonces reticente, pero ahí podría entrar China para persuadir a su aliado. A Pekín le interesa mediar porque eso le reforzaría como uno de los dos polos mundiales.

Bruselas, Washington y Pekín deben hacerles entender a Putin y Zelinski que, como enseña el dilema del prisionero, colaborar suele ser el mejor camino.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión