La oportunidad (o no) de recrear el pasado

Es mala suerte (o, bien al contrario, una muestra de su oportunidad, dirán otros) que tras cuatro años la recreación de los Sitios, bienal y suspendida en su última edición por la covid, una de las actividades que se habían hecho hueco en Zaragoza con mayor aceptación popular, con sus uniformes, sus desfiles, sus escaramuzas, sus disparos, sus cañoneos, vuelva cuando las sensibilidades están muy tocadas por una guerra en curso y terrible como todas pero además próxima en lo geográfico y en lo sentimental, con víctimas y ciudades que se parecen tanto a las nuestras.

La recreación del pasado, en sentido amplio, desde las escenificaciones de batallas como las de este fin de semana hasta los mercadillos ‘medievales’ que han proliferado en todas partes, pasando por la fiesta de los Amantes que transforma Teruel por unos días o por citas más modestas en muchos pueblos de Aragón, ha sido tendencia en los últimos años. En otros países europeos el fenómeno es más viejo, pero no tanto en España, quizá porque hay heridas históricas –de la Guerra Civil– que aún supuran. O quizás porque aquí, tras una larga dictadura, se ha estado a otras cosas casi hasta que entró el XXI: a celebrar el presente y proyectarse en un futuro que se asociaba al progreso.

Luego cayó la URSS y se dijo que la historia se había detenido, con un equilibrio geopolítico y una economía globalizada convenientes al menos para el norte del planeta. La cultura occidental se instaló en el bucle de la nostalgia y de las revisiones, y en este contexto han tenido su auge esas citas que miran hacia atrás. Pero se adivina ya un nuevo ciclo en el que va a ser difícil tirar solo de memoria. Piden atención una actualidad disruptiva y un porvenir incierto, con el cambio climático manifestándose, la gran pandemia haciendo daño y la guerra de vuelta en Europa.