Sin las limitaciones que en los dos últimos años había impuesto la pandemia, pero bajo la zozobra que provoca el resurgir de la guerra en Europa, se celebró ayer el Día Internacional de la Mujer, que en Aragón tuvo su principal expresión en la gran manifestación que recorrió el centro de Zaragoza.

La invasión de Ucrania, que descarga su violencia sobre la población civil, vuelve a convertir a mujeres y niños en víctimas especialmente vulnerables

La igualdad efectiva de derechos y de oportunidades para hombres y mujeres es una reivindicación y un objetivo al que debe sumarse toda la sociedad. Porque es de justicia y porque está enraizada en los valores del sistema democrático, como recoge la Constitución de 1978, y en los principios del humanismo. Y porque la igualdad real redundará en beneficio de toda la ciudadanía y dará paso a una mayor cohesión social. Los datos y la experiencia cotidiana de las mujeres muestran que queda un largo camino por recorrer: desde las diferencias salariales a las limitaciones de la participación femenina en las carreras profesionales o en las instituciones, pasando por la distribución de los cuidados y la conciliación familiar, hay que remover muchos obstáculos. Y en primer lugar, acabar con la lacra de la violencia sexista. La multitudinaria manifestación de ayer en Zaragoza, como en otras muchas ciudades, muestra que el impulso reivindicativo sigue en marcha y debe encontrar cauce en las reformas legales y las acciones políticas. Tristemente, el 8 de Marzo ha coincidido con la invasión de Ucrania, que ha desatado una ola de violencia bélica sobre la población civil y supone también una amenaza para los derechos de las mujeres, que hoy combaten y sufren, protegen a sus hijos o huyen de las bombas en aquel país. Una tragedia que nos recuerda que es necesario asumir la defensa de la sociedad democrática, que tiene en la igualdad uno de sus principales fundamentos.