Adjunto a la Dirección de HERALDO DE ARAGÓN

Putin está perdiendo la guerra

Personas yacen muertas en la ciudad ucraniana de Irpin.
Personas yacen muertas en la ciudad ucraniana de Irpin.
EP

Toda existencia, tanto presente como pasada, es una existencia en el lenguaje. De hecho, como dice el Génesis, fue la palabra la que creó el orden-existencia en el caos. Por eso las naciones no son realidades naturales y permanentes, como las montañas, sino creaciones político-culturales basadas en palabras, son comunidades imaginadas que se construyen día a día en un proceso en el que los hechos se entretejen con el lenguaje que los relata.

En este sentido, Vladímir Putin está perdiendo la guerra. Alcanzará algunos objetivos militares, pero ha sucumbido en la batalla por el relato. En un maremágnum de narraciones contrapuestas, de imágenes sangrientas, de propaganda, de intentos de manipulación histórica y también de operaciones encubiertas, ha quedado claro el reparto de papeles: Rusia es el matón agresor y Ucrania, el valiente agredido. Goliat se ha encontrado con un David inesperado.

La narrativa no dispara misiles ni bombardea ciudades, pero es capaz de desequilibrar otros elementos fundamentales: la moral de los combatientes, la resistencia de la población civil, el sentimiento de la opinión pública internacional, la intensidad de la presión occidental… La indignación por la agresión rusa se propaga con fuerza. Putin se ha convertido en un apestado, que es mirado con recelo incluso por uno de sus pocos aliados, China. A cambio, Zelenski emerge como un líder de referencia, como el gran abanderado mundial de las libertades. El presidente ucraniano ha ganado la batalla del relato.

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