El mundo acolchado

El mundo acolchado
El mundo acolchado
Pixabay

La invasión rusa de Ucrania nos ha cogido por Europa muy europeizados. 

Quiero decir que se está clamando contra el horror de las muertes y la violencia como algo ajeno que de repente aterrizó a 2.500 kilómetros, que son los que separan Kiev de Zaragoza. Se describe ahí cierta candidez del mundo y una explosión estilo Putin pero de la burbuja en la que vivimos en esta parte del planeta, que es una esquina acolchada de un espacio ya de por sí cómodo. Nuestra reacción, por supuesto, ha sido rápida y retórica. La paz, dignidad, el imaginario colectivo de gentes luchando contra el invasor… Hechos que han cogido a contrapié hasta a Pablo Iglesias, que utilizaba habitualmente el 2 de mayo como orgullo de resistencia: “El 2 de mayo de 1808 fue la gente humilde, trabajadora y valiente la que defendió la soberanía popular en Madrid, frente a unas élites infames, traidoras y cobardes. Este 4 de mayo de 2021, el pueblo de Madrid va a dar una vez más una lección de dignidad democrática”, decía en la campaña electoral que acabó con su carrera política. Sin embargo, hace unos días echaba el freno de mano para advertir que un pueblo armado contra un ejército profesional tenía más de carnicería que de romanticismo. En fin. Los que tampoco se quedan atrás son las hordas de ‘intelectuales’ que están empeñados en llamar a Putin comunista, en una derivación por supuesto ajena a las cuestiones políticas rusas que degenera en llevarnos el debate a nuestro territorio. Vamos, que yo ya estoy esperando a que en el Congreso, cuando se calmen las cosas lo suficiente para abrir la veda de la irresponsabilidad (tendencia tan habitual como dramática en España), en algún Pleno se acuse a las izquierdas de ¿putinistas? y viceversa, por aquello del nacionalismo aberrante del líder ruso.

Los límites de lo que parte de nuestra política y sociedad puedan hacer para interpretar con sesgo parvulario una situación tan compleja como la que se vive al este, con el fin de extrapolar el drama a nuestro país, dará buena cuenta del mundo que vamos construyendo por estas latitudes. Nos queda para sobrevivir esa parte llana y buena, como esos vecinos de Casetas que andaban preguntando en el Facebook del barrio dónde se podía donar para echar una mano a los ucranianos. Otra forma de resistencia a la sinrazón. 

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