Libros prohibidos

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Un pastor protestante de Tennessee convocó a sus fieles para quemar sagas literarias como la de ‘Harry Potter’ y ‘Twilight’, ese superventas de vampiros y licántropos. 

La hoguera, justificada por el influjo demoniaco que ejercen esas colecciones sobre sus seguidores, fue difundida en directo por las redes sociales como un espectáculo. Durante el mes de enero, en un colegio del mismo estado se sancionaba ‘Maus’, obra gráfica en torno al Holocausto que convierte a sus protagonistas en gatos y roedores. Esta le valió a Spiegelman, su autor, nada menos que un premio Pullitzer en 1992. Texas era recientemente escenario de otra cruzada contra la biografía de Michelle Obama adaptada al público juvenil por Heather E. Schwartz, para que se retirara de las escuelas por adoctrinamiento izquierdoso y supuesto racismo inverso. No hay que ir tan lejos. Algunos medios españoles explicaban un reciente parricidio en Elche con la lectura de ‘La edad de la ira’, de Nando López, que trata sobre una investigación del asesinato de un padre a manos de su hijo. No importa que el menor tuviera una escopeta o munición a su alcance, ni que su disparo certero fuera fruto de la práctica. Tampoco que por su adicción a los videojuegos lo hubieran castigado sin videoconsola. Lo peor es que leyó la novela. Y la culpa, se infiere, de quienes le recomendaron esas páginas a las que asomarse y trataron de incentivar su conciencia crítica. Qué sinrazón, la de vetar texto sin prohibir la pólvora, la de abrir fuego y llamar a las armas, en lugar de a los libros.

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