Fundación Labordeta

Labordeta, a través de una exposición
Fundación Labordeta
Laura Uranga

Pasan los años y parece que algunos no digieren la figura de Labordeta y todo lo que supone para Aragón. 

No la asumieron en su día y ahora tampoco. Nada nuevo en el rancio vicio conservador de no entender y poner bajo sospecha las formas de expresión y las voces diferentes de la cultura. Nada nuevo en unos partidos incapaces de aportar líderes a la sociedad lejos del arquetipo del moreno atemporal y la laca. No renovar desde el Ayuntamiento el convenio de colaboración con la Fundación Labordeta se convierte en un titular y en un arma arrojadiza que admite varias reflexiones. La vicealcaldesa explica que Vox pide que la fundación opte a la subvención en modo de concurrencia competitiva. El presidente Lambán, con un desafortunado ‘tweet’ en caliente dice, como un rey de taifas, que la institución que él preside pagará los cuarenta mil euros que aportaba el Consistorio. Así no funcionan las democracias. Así no habla un presidente. Hay unos cauces para eso. No ayuda a la fundación a largo plazo. Por cierto, desde 2015 la aportación del Gobierno de Aragón ha ido bajando desde los cincuenta mil euros a los veinte mil. Me consta que este incidente ha ayudado a que los miembros de la fundación hayan decidido desempolvar un poco la institución y pensar en la financiación privada. A nadie se le escapa que el local tiene poquísimas visitas, el horario es muy reducido, la oferta –citas señaladas aparte– resulta exigua y la página web, que no está adaptada para móviles, tiene un gran margen de mejora. Hay gentes de bien trabajando en ello.

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