Europa liberal y cosmopolita
La bárbara y sangrienta invasión de Ucrania por parte de Putin ha venido a confirmar la virulencia del choque al que asistimos entre los dos polos del modelo democrático (EE. UU. y la Unión Europea) y los otros dos del autoritario (Rusia y China).
Pekín se mantiene hoy en un discreto segundo plano, pero es inconcebible la beligerancia tan brutal de Moscú sin su perturbadora alianza con una China que también enseña los dientes en sus mares limítrofes. Occidente no puede consentir la política de hechos consumados y el triunfo de la fuerza bruta sobre las normas civilizatorias y el derecho internacional que rigen la comunidad mundial.
El Kremlin ha lanzado un descarnado desafío aprovechando la debilidad de las democracias convencionales, ligadas a Occidente, Oceanía y Japón. ‘Freedom House’ demuestra que llevamos quince años de declive, tanto en la cantidad como en la calidad de las democracias. Europa, sin la guía de Angela Merkel, está ensimismada en su desasosiego por el auge de populistas y otras fuerzas euroescépticas. Al otro lado del Atlántico, el papel polarizador de las redes y la vulnerabilidad que transmite el presidente Biden son riesgos para el prestigio internacional de Washington y, por añadidura, de la democracia a ojos de la humanidad. Frente a las dudas del orbe liberal, se consolida el polo de gobernanza de los que ni dudan ni dejan dudar. Moscú y Pekín actúan ya de forma desacomplejada en el planeta e influyen conjuntamente puesto que proyectan la teoría de que el autoritarismo es tanto o más eficaz que la democracia. Frente a este órdago autoritario, Europa debe defender la tradición liberal y cosmopolita, que no solo es nuestra, sino que vale para todos los ciudadanos del planeta. Los valores de la libertad y la dignidad que impulsa la civilización occidental siguen siendo el sueño de la inmensa mayoría de los seres humanos.
