El alcalde y la alcaldía

El presidente del Partido Popular de Aragón y alcalde de Zaragoza, Jorge Azcón
El alcalde y la alcaldía
José Miguel Marco

Tras el fructífero mandato de Juan Alberto Belloch al frente del Ayuntamiento de Zaragoza, la ciudad sufrió una auténtica travesía del desierto que se superó con la llegada de Jorge Azcón. 

Con sólo 8 concejales de 31, en pocas semanas, la ciudad volvía a tener un alcalde ejerciente, más aún ante la devastación de la pandemia. Le avalaban los más de tres lustros de responsabilidades municipales, en el Gobierno o en la oposición.

En estas estábamos cuando se cruzaron las órdenes de la dirigencia nacional del Partido Popular, ahora masacrada, de poner a toda la organización, en todos los territorios, al servicio de Pablo Casado en su camino a la Moncloa. En ese trayecto, en el mejor de los casos, se trataba de utilizar al máximo a los líderes locales con potencialidad. Y Jorge Azcón era uno de ellos.

El alcalde de Zaragoza puede ser a la vez presidente del PP en Aragón

Así, antes de Navidad, el alcalde se convertía en presidente del Partido Popular en Aragón e, incluso desde antes, empezaba a ejercer como líder de la oposición al Gobierno autonómico, de acuerdo con los intereses de esa cúpula nacional. Unos intereses que entonces ya muchos dudábamos que lo fueran de los aragoneses o de los zaragozanos. E incluso del propio Azcón. En estas pocas semanas, lo hemos visto recorriendo distintos puntos de Aragón, en una esforzada y voluntariosa gira, que le ha llevado a incurrir en contradicciones y, sobre todo, a restarle tiempo a Zaragoza. Liberado de esa presión estatal, Azcón debería hacer una reflexión sobre si los zaragozanos merecemos un alcalde a tiempo parcial, en un tiempo en el que las ciudades, para competir en un mundo global, necesitan quien las lidere a tiempo completo.

Hace apenas un mes, en estas mismas páginas, el mencionado Belloch mostraba su respeto por el actual alcalde y su satisfacción porque hubiera de nuevo un líder al frente de la ciudad, a la vez que alertaba del riesgo de que su triple condición le impidiera hacer cosas. El propio exalcalde vivió la misma decisión en su momento y siempre recuerda que menos mal que siguió su instinto y no los deseos de los demás.

Ahora que los líderes populares de todos los puntos de España han cambiado súbitamente de posición, sin despeinarse, bien podría Azcón repensar cuál es el mejor futuro para él y para la ciudad con la que se comprometió hace tan solo dos años y medio.

Del vértigo de los últimos días, han quedado algunas reflexiones. Una, que los electores son muy sensibles a los artificios, como se vio en Castilla y León ante el oportunismo del adelanto de las elecciones, que para nada ha beneficiado a sus impulsores. Bien al contrario. También, como tiene escrito Ignatieff en ‘Fuego y cenizas. Éxito y fracaso en política’, que los ciudadanos detectan enseguida si estás por ellos o para servirte de ellos, y responden en consecuencia. Azcón tiene mucho recorrido para ganarse ante los aragoneses lo que Ignatieff llama ‘el derecho a ser escuchado’, que sí tiene bien acreditado ante los zaragozanos… a los que ahora abandonaría.

Como marco, la capacidad de resistencia del Partido Popular, que vive un proceso parecido al que atravesó el PSOE en 2016. Aquello parecía el fin del partido de los socialistas, abrasado por la pujanza de Podemos, por la izquierda, o por el refresco que traía Ciudadanos, por el centro. Pero la realidad es que Pedro Sánchez lleva casi cuatro años en la presidencia del Gobierno y Pablo Iglesias es un tertuliano cansino y Albert Rivera, un abogado recién despedido de un despacho.

Más complejo es ser también líder de la oposición al Gobierno aragonés. Una reflexión necesaria

Por eso, aunque el PP atraviese horas bajísimas, cuando algunos alarman con la pujanza de Vox, hay que poner perspectiva. Queda un mes hasta el congreso del relevo, pero el PP ha sacado su instinto de supervivencia y ha mirado al líder que encarna con éxito la banda ancha en la que el PP gana las elecciones: el presidente gallego. Un líder experimentado, que huye de polarización y extremismos, a los que ha mantenido a raya.

Un espejo en el que ahora se miran todos. Ojalá recomiende centralidad en el tono y en el foco, para que el alcalde de Zaragoza no tenga que recorrer por las tardes Aragón y se evite así crisis innecesarias como la de la Fundación Labordeta.

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