Un relevo rápido y ordenado
La crisis del PP evoluciona a velocidad de vértigo. Pablo Casado se despidió ayer por la mañana en el Congreso de los Diputados y por la noche fueron los barones populares, reunidos en Génova, quienes le señalaron sin ambigüedades la puerta de salida. No obstante, tras más de cuatro horas de reunión, Casado logró su objetivo de seguir presidiendo el partido un mes más, hasta el Congreso Nacional. Eso sí, los dirigentes autonómicos han encumbrado ya como nuevo líder a Alberto Núñez Feijóo. Sea como fuere, la solución de esta crisis tiene que ser respetuosa con la legalidad y la institucionalidad propias de un partido central, tanto por su propio bien como por el bien del equilibrio democrático del país. Las lógicas prisas por cerrar cuanto antes uno de los episodios más difíciles en la historia del PP, no permite atajos que vayan contra los estatutos.
El Partido Popular está sumido en una grave crisis desde que hace una semana Isabel Díaz Ayuso lanzase un órdago a la dirección nacional que ha terminado por costarle el liderazgo a Pablo Casado, que no ha sabido gestionar el inusitado ataque. En un contexto de caos, el presidente de la Xunta se confirma como la figura preferida por los barones para ejecutar la solución y dar estabilidad al partido. También Casado, que no optará a la reelección, ha pedido a Feijóo que se presente. Consolidado sobre sus cuatro mayorías absolutas en Galicia, a él le corresponde ahora la tarea de cerrar las muchas heridas abiertas y reunificar las fuerzas populares. Inmediatamente después llegará la hora de elegir al mejor equipo disponible, clarificar los principios, actualizar el programa y decidir las estrategias tanto respecto al Gobierno como a Vox. Su misión es clara. El papel del primer partido de la oposición es el de controlar al Ejecutivo y ser alternativa de gobierno para cuando así lo decidan los ciudadanos en las urnas.
