En el despegue de la mañana

En el despegue de la mañana
En el despegue de la mañana
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En el rasgado de la mañana, me sorprende el vuelo impresionante de esos miles de pájaros que se citan para atravesar la ciudad, rompiendo la monotonía de su despertar clásico de luces, vida y ruidos. 

Impone respeto el avance de esa sombra inmensa que cubre el cielo en un peregrinaje alargadísimo, que parece nunca acabar. Y me aturde la convicción con la que esa milenaria procesión persigue a quien asume el liderazgo de guiarlos, rumbo al lugar donde, supongo, les empuja el instinto. Contemplar su orden, su armonía, impulsa a reflexionar sobre ese norte que les señala su propia naturaleza, la que les brinda la seguridad de quien abre camino. A la vista de esa puesta en escena, uno se plantea los valores sobre los que se sostienen algunos liderazgos humanos; en los que se pone de relieve la endeblez de esas puntas de lanza.

La última grave grieta política –la del Partido Popular– es una nueva manifestación de la peligrosa vereda por la que se conducen la vanidad, la presunción y la soberbia; y el ánimo de noquear al adversario, enemigo acérrimo por más que se enfunde la misma camiseta. Es lógico que surja entonces la duda de pensar en la capacidad de abordar un problema de todos cuando esos gestores convierten su propia casa en una chatarrería.

Pero el abanico de mediocridades es enorme. A mí me ha dolido de forma muy singular la terrible gestión partidista de la crisis sanitaria del coronavirus, convertida desde su mismo origen en un elemento de disputa política que hubimos de sufrir los ciudadanos, muchos de ellos abandonados a su suerte de forma terrible. O el entreguismo de quien asume un mandato sostenido sobre propuestas políticas insoportables –las del terrorismo y el separatismo– o las batallas personalistas que conllevan las pérdidas de alternativas de desarrollo.

Las ideas se escabullen con la misma rapidez con la que la bandada enorme –a través de la ruta sellada por los más fuertes– se pierde en el cielo en busca de refugio. Mi cabeza vuelve entonces a sus pareceres en la parsimoniosa rutina del despegue de la mañana.

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