Champú Albert Rivera

Rueda de prensa de Albert Rivera
Champú de Albert Rivera
Efe

El desastre de Albert Rivera en su primera experiencia laboral en el sector privado tras abandonar la política arroja una serie de conclusiones interesantes sobre los vicios políticos y las malas costumbres del sistema, poroso a discursos en andamios de barro. 

El desembarco de Rivera en la política nacional vino acompañado de un discurso poco solidario con el destino laboral de cada uno. Empoderó el hábito del emprendedor, del esfuerzo… como argumentos que podían borrar padecimientos del mercado laboral, y que utilizaba como sustitutivos de cuestiones como la negociación colectiva o la ley. Habló también de política como algo pasajero y se fue forzado por un hundimiento electoral.

Apenas dos años después de aquel adiós, esta suerte de ‘yerno de España’ se desmorona entre acusaciones del que hasta la fecha ha sido el despacho de abogados que le convirtió en su presidente ejecutivo, y que le culpa de un bajo rendimiento y productividad "nunca vistos en la empresa". También han dicho que tenía una escasísima experiencia laboral (dos años de becario en La Caixa), pero que aun así le contrataron. El propio Villegas, mano derecha de Rivera y también en pista de salida del despacho, ha declarado que les contrataron "por su nombre y agenda". Y lo más grave de todo es que intuyo que lo ha dicho como argumento de defensa, como si los ciudadanos debiéramos aceptar que la salida de la política es un empleo posterior donde mover influencias ganadas en los años de representación de todos los españoles; que, por cierto, es la tónica general en empresas más allá de las mil veces nombradas compañías eléctricas.

Rivera, que defendía abaratar el despido y que ahora pide para sí 500 días por año trabajado, deduzco que vive imbuido en aquellos años de gloria política en los que apenas se le rechistaba. Así, mientras hunde su imagen pública y profesional inconsciente de lo rápido que el mundo cambia de cromos, huye hacia adelante esperando la aprobación social de aquel chico que nos vendía ‘sentido común’ como ideología, que empezó el hundimiento de su partido, ha iniciado el de su carrera y en esa pirueta nos ha enseñado las cartas de la instrumentalización de la política al servicio de uno mismo. El resumen de su periplo hasta la fecha como anuncio de champú: "Porque yo lo valgo".

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