Director de HERALDO DE ARAGÓN

Casado y Díaz Ayuso

Isabel Díaz Ayuso y Pablo Casado en el balcón de la sede del PP en la calle Génova
Casado y Díaz Ayuso
Javier López

En política, tan importante como identificar a tus aliados es reconocer a tus adversarios.

Los enemigos, normalmente, y por absurdo que resulte, colaboran involuntariamente en la construcción de un mensaje y, correctamente señalados, ayudan a ganar unos comicios. Desde hace meses, Isabel Díaz Ayuso ha venido utilizando inteligentemente todos estos resortes. Los extraordinarios datos que le permitieron rozar la mayoría absoluta en la Comunidad de Madrid fueron el resultado de una calculada campaña de enfrentamiento con el Gobierno de coalición de Pedro Sánchez. La simple y dicotómica visión entre libertad y restricciones sirvió para aglutinar el descontento de miles de votantes de muy diverso perfil que sintieron, gracias a Díaz Ayuso, cómo se atendían sus preocupaciones. Definido el adversario, aquella campaña echó a andar con la única exigencia autoimpuesta de elevar el tono del agravio y el enfrentamiento con Pedro Sánchez. El éxito fue rotundo.

La fractura sufrida en el seno del PP por la pelea entre Pablo Casado e Isabel Díaz Ayuso abre una etapa de incertidumbre que hace tambalear el liderazgo en el primer partido de la oposición

Buscar un buen contrincante y dotarlo de cierta grandeza enaltece una victoria. La elección del enemigo político no es un tema menor, pero seleccionarlo entre los propios no es sino una torpeza mayúscula. Las luchas intestinas siempre terminan mal y el histórico recuerda que el votante nunca perdona las guerras de partido. Las muchas dificultades por las que ha atravesado el liderazgo de Pablo Casado en el PP le han llevado a enfrentarse con quien no debía. Sin negar la urgencia de aclarar cualquier duda sobre la legalidad de las actuaciones de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Casado y su secretario general, Teodoro García Egea, no han sabido casar momento y oportunidad. Su levedad política les ha llevado a castigar a una líder que, aparte de haber sabido frenar a Vox y derrotar con contundencia al PSOE, posee un indiscutible tirón social del que carece la actual dirección nacional. Y el anunciado carpetazo al expediente contra Ayuso no bastará para superar la crisis.

El PP está fracturado y el principal problema es que no solo se ha roto en Madrid. La crisis interna es de tal dimensión que despierta dudas sobre el futuro de Casado como candidato y sobre la estabilidad de los apoyos que este había venido construyendo en toda la organización nacional. Lo que hasta hace unos días resultaba previsible ha adoptado condición de interrogante, viéndose interrumpidas decisiones tan territoriales como el futuro pacto en Castilla y León o la postura que adoptará el alcalde Jorge Azcón frente a la posibilidad de concurrir como cabeza de cartel al Gobierno de Aragón. Hoy, todo está en el aire por una total y absoluta falta de control de una dirección que se ha enredado en un juego de espías donde las cuestiones orgánicas y luchas intestinas se han confirmado más importantes que la estabilidad del partido.

Nada hay peor para una formación que las luchas internas

Sin demasiadas dudas sobre con quién se identifican los votantes populares, esta grave crisis fija una rápida relación con el crecimiento electoral de Vox. El asombro con todo lo que está ocurriendo aumenta ese voto del descontento del que se alimenta la formación de Santiago Abascal. A los indignados y cabreados se sumarán ahora los desconcertados con una formación que, conviene no olvidar, ha asumido en numerosas ocasiones la responsabilidad que exige conducirse como un partido de Estado. 

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