Adjunto a la Dirección de HERALDO DE ARAGÓN

El poder no es para pusilánimes

El poder no es para pusilánimes
El poder no es para pusilánimes
Heraldo

La política tiene teoría y práctica. 

La primera responde a muchos padres, desde Aristóteles a Rawls. A lo largo de la Historia han abordado profundos debates filosóficos y han elaborado numerosas abstracciones metafóricas sobre cómo debería ser el mundo y su gobierno. Muchos autores se han ocupado también de la práctica. Maquiavelo, Montesquieu, Madison, Hobbes, Weber… todos han dejado claro que la política está dictada por unas reglas; y todos han advertido que poco durará quien no respete esos principios. El principal axioma es que lo que importa es conseguir y mantener el poder. Este principio es independiente del sistema político, de la ideología, de la nacionalidad y de la cultura.

Si adoptamos el pragmatismo que ya impuso ‘El Príncipe’, cabe decir que la política, como todo en la vida, tiene que ver con individuos, cada uno de ellos motivado antes a hacer lo que es bueno para él que lo que es bueno para los demás. Claro que, en las democracias, para mantenerse en el poder es necesario contentar al mayor número posible de votantes, por lo que hay que ofrecer políticas públicas eficientes. Así, los sistemas liberales son en esencia una batalla por las buenas ideas políticas, incluso aunque las consecuencias presupuestarias sean perjudiciales (el que las aplicó ya no estará en el cargo para pagarlas).

Ayuso ha disparado porque ha creído tener a tiro a un debilitado Casado, tras su fracaso en Castilla y León

Para quien aspire a conquistar el poder, el escenario político está formado por tres grupos de personas. El primero agrupa a todos los individuos que tienen alguna influencia en la elección del dirigente; en las democracias, son los ciudadanos. El segundo está formado por aquellos cuyo apoyo es verdaderamente influyente. En el tercero solo están los pocos que son esenciales, esos sin los que el político está acabado. Gestionar las dinámicas de estos tres grupos es la ciencia de gobernar.

En este esquema hay que encuadrar la última guerra interna en el PP. Está en juego el poder. Pablo Casado dispone de la fuerza que le da el control del aparato del partido. Isabel Díaz Ayuso cuenta con el respaldo de los votantes de Madrid, que la impulsaron con una sólida victoria en mayo del año pasado. Pero, conservar el poder (Casado) o conquistarlo (Ayuso) requiere el apoyo, sobre todo, del tercer grupo, de los esenciales. Este premio lo logra quien ellos consideran que les va a proporcionar más beneficios. Es decir, el futuro liderazgo del primer partido de la oposición depende hoy de por quién se decanten los barones (desde Feijóo a Moreno Bonilla, pasando por Martínez Almeida, Azcón y unos pocos más) y, a través de ellos, las élites del país (sociales, económicas, financieras, mediáticas y académicas).

Lo mismo ocurrió en 2008, cuando los barones (los esenciales) sostuvieron a Mariano Rajoy, entonces líder de la oposición, frente a la poderosa Esperanza Aguirre, presidenta de Madrid. Igual que en 2018, cuando descartaron a una experimentada Soraya Sáenz de Santamaría y optaron por un jovenzano de raíces aznaristas, Pablo Casado. También en esas dos batallas hubo confrontación, fragmentación y guerra sucia.

Desde Génova responden con el escándalo del hermano. No hay aquí una pugna
de valores y propuestas, sino una descarnada lucha por el poder

Conseguir el poder significa identificar el momento oportuno (el fracaso de la estrategia diseñada por Génova para las elecciones de Castilla y León) y moverse con celeridad y resolución para aprovechar la ocasión. Aunque se suele calificar a los políticos de oportunistas, la política se basa en el oportunismo. Ayuso cree que esta es su oportunidad de asaltar el palacio de Génova 13, sea como maniobra ofensiva o defensiva. La va a aprovechar con su habitual exhibición estratégica y un elaborado marketing.

Llegar al poder no es cosa de pusilánimes. La Dama de Hierro española (con permiso de Esperanza Aguirre) lo sabe y por eso ha retado al fluido líder popular. Ambos parecen dispuestos a llegar hasta el final. La única esperanza para el PP es hoy que la guerra sea corta.

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