Director de HERALDO DE ARAGÓN

Democracia plena

'Democracia y gobierno judicial'
Democracia plena
Krisis'21

El último Índice de Calidad Democrática elaborado por la revista ‘The Economist’ sitúa a España fuera del grupo de los países considerados como "democracias plenas"

Somos una "democracia con defectos". Ocupamos una segunda categoría en la que también están incluidas naciones como Estados Unidos o Israel, pero que se coloca un escalón por debajo de Noruega (líder de la clasificación), Finlandia, Nueva Zelanda, Suecia, Islandia y Dinamarca, entre otros. Para ser calificada como una democracia plena debe obtenerse, a juicio de los evaluadores de la unidad de inteligencia de ‘The Economist’, una puntuación por encima de ocho (España ha retrocedido 0,18 puntos en relación al último informe y ha logrado un 7,94), por lo que traducido al lenguaje de los boletines escolares no cabe duda alguna de que debemos mejorar.

La revista ‘The Economist’ ha rebajado el nivel de la calidad democrática que disfruta España

Las razones de este retroceso, que no deja de implicar un preocupante suspenso que nos saca del grupo de los países más exigentes y vigilantes frente a los deterioros democráticos, responden a "la falta de acuerdo para la renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), la creciente fragmentación política, los escándalos de corrupción y el nacionalismo regional al alza en Cataluña". Quizá la principal ventaja que ofrece esta relación, si es que existe alguna, es que es de sobra conocida. Su enumeración, aparte del sonrojo, no habrá sorprendido a nadie, mientras habrá confirmado que estamos correctamente suspendidos.

Tras el reparto de notas, el cruce de reproches entre las formaciones políticas y la atribución de responsabilidades no se ha hecho esperar. Nuestra habilidad para el garrotazo viene de lejos –el mismísimo Goya supo plasmarla en una de sus más icónicas pinturas (’Duelo a garrotazos’)– y haciendo gala de esta destreza las bofetadas declarativas han asaltado los teletipos. Explicaba hace unos días en Zaragoza la filósofa Adela Cortina las múltiples ventajas que ofrecen el acuerdo y la construcción de puentes guiados por el entendimiento para mejorar nuestra convivencia, una mirada siempre fructífera que gana enteros cuando tiende al cosmopolitismo.

La pandemia, que a juicio del semanario británico también ha contribuido a la erosión de los estándares democráticos, se ha convertido en una dramática oportunidad perdida que podría haber permitido, en la línea de lo expresado por Cortina, una ganancia de sensibilidad hacia el acuerdo. Los excesos de más de un gobierno y las mal armadas normas legales que chocaban una y otra vez contra los tribunales han concedido alimento a los populismos y al absurdo. La covid, con la ayuda del miedo, logró conmovernos a la mayor parte de la población, aunque aquella percepción que nos introducía en una especie de lotería que ponía en riesgo nuestras vidas ha dado paso a un envalentonamiento de los negacionistas.

A ojos del prestigioso semanario británico, el país ya no es una "democracia plena". Una de las principales razones de este descenso es la no renovación del CGPJ

Canadá sufre estos días un bloqueo (que también amenaza a Francia) que, sostenido en el argumentario de los antivacunas y el respaldo de diferentes extremismos, busca socavar la democracia. Bajo el confuso nombre de la Marcha de la Libertad, el radicalismo se cree con la capacidad suficiente como para hacer tambalear un gobierno mientras lanza mensajes que rivalizan con la legalidad o la defensa del interés general. Estas protestas, que diariamente ganan adeptos, no dejan de ser la confirmación de un fracaso político, el resultado de un malestar producto de un cansancio y de una errática desescalada en la que miles de personas han visto cómo sus vidas se fracturaban. La calidad de una democracia, que no se deteriora por las manifestaciones o las protestas, se rebaja cuando las respuestas que debe ofrecer un gobierno quedan interrumpidas.

La relación entre la política y los ciudadanos ha cambiado y en cada nueva convocatoria electoral, tal y como ocurrirá hoy en Castilla y León, se incorporan al análisis un sinfín de circunstancias que no logran satisfacer al cada vez más abultado colectivo de votantes descreídos. Sin una democracia de calidad, valiente frente al pacto y consciente de sus errores, será imposible dar respuesta al populismo. Ganar o perder unos comicios, en especial ante tamaña fragmentación, es algo que, al depender de los pactos, ya no se descubre en la misma noche electoral.

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