Cuando Venecia suspendió el carnaval

Dos personas pasean por Venecia con máscaras de carnaval y mascarillas protectoras.
Cuando Venecia suspendió el carnaval.
MANUEL SILVESTRI/Reuters

El 23 de febrero de 2020, Venecia suspendió el carnaval. 

Las fotos que llegaban de la ciudad italiana sugerían una pesadilla. Una mujer disfrazada cubría su cara con una máscara en la desierta plaza de San Marcos. A su lado, una policía municipal se protegía con una mascarilla quirúrgica. Eran los tiempos en los que a quienes advertían de que el virus se transmitía por aerosoles, como el zaragozano José Luis Jiménez, catedrático de Ciencias Ambientales y Química en la Universidad de Colorado, se les llamaba ‘conspiranóicos’. O se acusaba en las redes sociales a la corresponsal de RTVE en China, la aragonesa Mavi Doñate, de "hacer circo" porque transmitía sus crónicas con mascarilla. 

Las mascarillas sustituyeron a las máscaras pero aquí parecía una exageración

Los apóstoles del ‘no hay que alarmar a la población’ pasaban por alto el pequeño detalle de que la mascarilla era obligatoria en el país: China había cerrado una provincia tan grande como España y acumulaba muertos. No estaban las cosas para la calma. El caso es que cuando teníamos que llevar mascarilla nos dedicamos a limpiar superficies con sanytol y, en un pendulazo, hemos acabado obligados a llevarla cuando paseamos por un parque solitario. A partir de mañana, se levantará la obligación de llevar el cubrebocas al aire libre. Los niños se la quitarán en el patio de recreo y ojalá que muy pronto dentro del aula (los problemas de aprendizaje de la lectura se han agudizado). Y habrá que ponérsela en exteriores cuando la situación lo aconseje. Ojalá que hayamos aprendido la diferencia entre la paranoia y la prudencia.

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