Adjunto a la Dirección de HERALDO DE ARAGÓN

Drogados por las pantallas

Anestesiados por las pantallas
Anestesiados por las pantallas
Heraldo

Dos de los más conspicuos pensadores españoles han pasado esta semana por Zaragoza para inaugurar el ciclo ‘Puentes de entendimiento’, organizado por HERALDO con la colaboración de la Fundación La Caixa. 

Adela Cortina y Javier Gomá reflexionaron sobre las lecciones que nos deja la pandemia: la necesidad del cosmopolitismo, el peligro de los tribalismos y la polarización, el auge del infantilismo social y el cansancio moral, la urgencia de luchar contra la pobreza… No obstante, en lo que la catedrática de ética y el filósofo de la ejemplaridad se mostraron más vehementes es en otra de las lecciones del coronavirus: los ciudadanos hemos redescubierto cuánto necesitamos las relaciones presenciales. Ambos constataron el peligro de que la digitalización anule el humanismo. "Me aterra que las relaciones telemáticas sustituyan a las presenciales", admitió la autora de ‘Ética cosmopolita’ (2021).

Es un hecho que internet ha hecho viables los confinamientos prolongados, al menos en los países desarrollados. En épocas anteriores, no se pudieron frenar las epidemias porque no eran capaces de controlar las cadenas de infección en tiempo real y porque sobrevivir encerrados en el hogar resultaba imposible. Ahora, el mundo virtual nos ha ayudado a mantenernos conectados y productivos. A cambio, también ha contribuido a generar una falsa sensación de contacto. Entre una multitud de ‘gadgets’ y aplicaciones, cada vez más gente se siente sola y aislada.

El abuso del teletrabajo, la telemedicina y la telecultura nos lleva a una televida sin contacto físico con seres humanos

En realidad, asistimos, por mor de la pandemia, a un choque de tendencias: por una parte, el aislamiento individual a causa del acaparamiento de nuestra atención que provocan las distintas pantallas (desde el teléfono al ordenador); por otra, la necesidad imperiosa del contacto humano.

Autores como Habermas, que de niño sufrió un prolongado silencio por una intervención quirúrgica en el paladar, ya habían escrito sobre la ‘ética comunicativa’: las personas no somos individuos aislados, sino en vínculo con otras, en una relación básica de reconocimiento recíproco, de interdependencia e intersubjetividad. A despecho de postulados economicistas, el pensador alemán considera que la única racionalidad humana no es la de individuos que se instrumentalizan recíprocamente para maximizar sus beneficios mediante estrategias. Cree que existe también una racionalidad comunicativa que insta a construir la vida desde el diálogo y el entendimiento mutuo de quienes se reconocen como interlocutores.

En la estela de Habermas, es ahora el filósofo germano-surcoreano Byung-Chul Han quien advierte de que el teléfono móvil convierte a los otros en objeto y destruye la empatía. En su último libro, ‘No cosas. Quiebras del mundo de hoy’ (2021), es taxativo: "Con el smartphone nos retiramos a una esfera narcisista protegida de los imponderables del otro. Hace que la otra persona esté disponible al transformarla en objeto. Convierte el tú en un ello. La desaparición del otro es precisamente la razón ontológica por la que el smartphone hace que nos sintamos solos. Hoy nos comunicamos de forma tan compulsiva y excesiva porque estamos solos y notamos un vacío. Pero esta hipercomunicación no es satisfactoria. Solo hace más honda la soledad, porque falta la presencia del otro".

Si solo vamos a vivir a través de las pantallas, habrá que preguntarse si ya solo servimos como soporte de nuestros móviles

Está claro que los seres humanos somos animales sociales, necesitamos el cara a cara. Por ello, frente al ‘virtualismo’, Adela Cortina insiste en desarrollar una "doble vía" en la que coexistan la presencialidad y las nuevas tecnologías, tanto en la vida diaria como en las empresas. Javier Gomá va más allá: "Cuidado con esa aparente comodidad del teletrabajo, porque el siguiente paso va a ser la precariedad laboral".

Mucho se ha comparado nuestra época con la que George Orwell describió en su novela ‘1984’. Sin embargo, nuestra sociedad se parece más a ‘Un mundo feliz’, de Aldous Huxley, porque las personas no somos controladas mediante la amenaza de hacernos daño. En ‘Un mundo feliz’ son controladas mediante la administración de placer a través de una droga llamada ‘soma’. Nuestra sociedad también parece cada día más drogada por el confort digital de las pantallas.  

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