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  • Esteban Villarrocha Ardisa

Menos efecto y más afecto

Menos efecto y más afecto.
Menos efecto y más afecto.
ISM

Como dice el autor italiano Cesare Pavese, "es bonito escribir porque reúne dos alegrías: hablar solo y hablarle a la multitud"

Esta última es mi intención con esta reflexión escrita, hablar sobre la política cultural actual, y más con la pandemia encima y la incertidumbre campando libremente por el sector económico de la cultura. Hablarle a la multitud es mi antídoto para continuar avanzando y superar la incertidumbre permanente que padecemos.

Pensar en la cultura, como canta Zenet, "me gusta porque me asusta". Llevo mucho tiempo echando de menos, en los discursos políticos y en los programas electorales de los partidos que nos representan, la mención a la cultura. En esos manifiestos de intenciones, la cultura es casi inexistente y los posibles planes para su fomento y cuidado nunca están claramente desarrollados, son banalidades. La mayoría de las veces, para los líderes políticos el tema cultural es un asunto menor y recurrente, los planes para el fomento de la cultura de muchos de nuestros gobernantes son más políticas de efecto que acciones de afecto.

Los actuales dirigentes políticos han abandonado el apoyo al sector cultural y a los creadores

Solo consideran a la cultura como recurso económico, antes que como derecho, cuando lo que deberían hacer en su gestión es tratar de fusionar la cultura como recurso y la cultura como derecho, y fomentar los cuidados para con el sector y, sobre todo, para los creadores, que hoy se ven abandonados por las administraciones públicas encargadas de la cultura. Los líderes políticos actuales utilizan el sector cultural de forma esporádica y demagógica. Muchos creemos que ni están ni se les espera. Según soplan los vientos nos utilizan para conmemoraciones y fiestas glamurosas, y no son ni partícipes ni activos constantes de la vida cultural del territorio que gestionan. Dicho de otra manera, no se enteran, no miran, no consultan y mantienen los departamentos de Cultura como escaparate de eventos efectistas; mientras el sector cultural, necesitado de cuidados y afectos, se desvanece desamparado.

La cultura, tal como la entiende y la configuró mi generación en los años setenta, se muere lentamente, al impacto con los modelos de ocio causado por la transformación digital, que modificará nuestra manera de entender la cultura y el ocio. No tardando mucho, la manera de entender el hecho artístico y el uso del tiempo libre será muy diferente a la que hoy conocemos, y poco estamos haciendo para acompañar al sector cultural en esos aspectos de transformación.

Solo les interesa la cultura del brillo y el glamur, que se presta fácilmente a la propaganda

La cultura necesita que se pongan en marcha los adecuados y urgentes programas de apoyo, políticas racionales, coordinadas, consensuadas y sostenibles; políticas culturales que entiendan que el fomento de la actividad cultural no consiste solo en generar actividades, sino en favorecer los hábitos culturales y acompañar con verdadero afecto a creadores y entidades culturales que nunca han dejado de producir, exhibir y difundir contenidos en todos sus soportes.

Volviendo a la canción de Zenet: "Eres lo que menos me conviene, lo que tanto me apetece, lo que más me da la gana". Esto es, poco más o menos, lo que detecto en las políticas culturales actuales. La creación de hábitos culturales me gusta, pero me asustan los medios y las políticas para crearlos por parte de los departamentos de Cultura de las administraciones.

Una verdadera política cultural requiere menos efectismo y más aprecio

Desde hace años, la administración cultural ha devenido en departamentos creadores de clientelismos y rutinas, mucho esmoquin y mucha alfombra roja, demasiada política de efectos glamurosos para creadores y empresas culturales. Se han gastado muchos recursos públicos, pero mal empleados, demasiados contenedores y poco contenido. Necesitamos que las administraciones nos acompañen para poder afrontar el futuro con certezas y acometer la revolución digital con éxito.

Defiendo, cada vez más, la necesidad de los espectáculos en vivo, con la presencia de ciudadanos ávidos por aprender, ver y oír, ciudadanos con inquietud cultural, con interés por el ocio inteligente, por el cultivo y la necesidad del aprendizaje de los lenguajes artísticos. Audiencias cultivadas. No necesitamos políticas de reparto. Necesitamos políticas sabias donde la creación de audiencias sea prioridad. Más afecto y menos efecto.

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