Ucrania ante la puerta de la OTAN

Concentración en Kiev con motivo de una festividad patriótica ucraniana.
Concentración en Kiev con motivo de una festividad patriótica ucraniana.
Sergey Dolzhenko / Efe

Dice el presidente Biden que son los ucranianos quienes deben decidir si quieren o no formar parte de la OTAN. Y, desde el punto de vista moral y democrático, ese planteamiento es impecable: así es.

 Ahora bien, hay que preguntarse si eso es posible, si de verdad está Ucrania o lo estará en un futuro previsible en posición de tomar esa decisión. Y si de verdad están los aliados occidentales en situación de garantizar a Ucrania esa libertad. No lo parece.

Porque en cuestiones internacionales, más aún que en las de la política interna de cada Estado, si bien no hay que perder nunca de vista las referencias morales ni el ideal democrático, resulta imposible prescindir de las realidades geoestratégicas y de las relaciones de fuerzas.

Aunque en abril de 2008, durante la cumbre de Bucarest, la OTAN señalase que Ucrania y Georgia podrían entrar en un futuro indefinido, lo cierto es que los principales países de la Alianza, empezando por Estados Unidos, no tienen la intención de hacer realidad esa expectativa. Sencillamente, porque no habría manera de defender Ucrania, como exige el Tratado Atlántico, sin ponerse al borde de la guerra nuclear. Una locura.

Naturalmente, en este momento la OTAN, bajo la presión de los tanques rusos, no puede desdecirse públicamente de aquella promesa de 2008 sin convertirse en un pelele de Putin. Pero si las tropas del sátrapa moscovita entran en Ucrania y hacen y deshacen a su antojo, el resultado será también, además del daño para los ucranianos, un serio varapalo estratégico para Occidente. Habrá que ver si esas durísimas sanciones económicas que se preparan sirven de algo ante un Putin que cuenta con la amistad de China; y si no acaban causando daño también a la economía europea. Y en cuanto a la resistencia de los ucranianos, es cierto que una larga guerra de guerrillas sería una pesadilla para Putin, pero un conflicto permanente en su frontera oriental también podría desestabilizar gravemente a la Unión Europea.

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