Casetas Google View

Andador sin salida en la calle de Nuestra Señora del Carmen
Casetas Google View.
L. R.

A veces me da por buscar en Google calles en las que viví, bares donde fui feliz, o rincones anónimos que tienen sentido si los miro yo. 

En una de esas busqué Casetas y me puse a dar un ‘paseo’ con el Google Street View por el barrio, con la sorpresa de que la calle en la que yo me crié está fotografiada en septiembre de 2008. Así que merodear con el ratón por ella es volver a un año pretérito que me pone frente a recuerdos con una nitidez que ni las malogradas Google Glass. Ese día la extinta pescadería del final de la calle tenía la pota a 4,95 euros el kilo; la tienda de la esquina promocionaba melocotones y tomates, y su propietario vendía una plaza de garaje. Mi padre todavía tenía la tienda abierta y también disponía de una plaza de garaje que alquilaba. En casa, porque vivimos encima, mi madre había dejado la ventana de su dormitorio entreabierta. Al lado, el locutorio mostraba sus servicios con carteles impresos en DIN A4 y junto a él, la estabilidad de esa casa todavía permitía que también siguiera abierta una oficina de seguros. Cruzando la calle de la Parra, un tipo descargaba dulces supongo que para la Pastelería Olmo, y más adelante otro estaba descargando vino de un camión donde se lee Bodegas Hermanos Barranco. Al lado de él, he caído en la cuenta de que ese señor que mira a cámara es mi padre, que se ponía un altavoz por donde escuchaba si alguien entraba a la tienda y eso le permitía moverse veinte metros a la redonda sin desatender el negocio. Justo enfrente se ve abierto, aunque no al público, el que fuera el mítico bar Los Barriles. Por la fecha, intuyo que estaba en traspaso a un señor que cogió el bar pero más para bebérselo que para regentarlo; algo así como Saturno devorando a su hijo pero con botellines de cerveza. Veo esa puerta y parece que le estoy viendo peleando por mantener los párpados abiertos mientras nos saluda al pasar.

Así llego con el ratón a la carretera y vuelvo para atrás, arriba y abajo en esa calle que ya no existe, imaginando que paseo por ella ganándole al tiempo la ventaja de lo que ahora sé que todavía no me había arrebatado. Y pienso en subir a casa y hacer alguna llamada antes que echar de menos. Así que apago el ordenador por no ceder a mis delirios de pasear por un lugar que no me deja avanzar, al que le debo todo.

@juanmaefe

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