Por
  • M.ª Pilar Benítez Marco

El Pirineo que habla

El municipio de El Pueyo de Araguás se encuentra a los pies de la Peña Montañesa.
El Pirineo que habla.
Laura Uranga

Me gusta caminar sobre la misma tierra en la que aprendí a hacerlo, la de la Ribera del Ara y La Solana, en Sobrarbe. 

Allí el silencio de la llamada España vaciada sopla con fuerza y, a menudo, solo cesa cuando lo atraviesa el sonido de algún animal, del viento que mueve hojas y ramas, del agua que corre un día más. En medio de ese mutismo, más impuesto que voluntario desde los años sesenta del pasado siglo, el paisaje recuerda la historia.

Los pinos alineados de La Solana hablan de aquella repoblación forestal necesaria, para que no se colmatara el proyectado embalse de Jánovas. Los muros ‘espaldáus’, las ‘chamineras’ hundidas, las casas y las ‘bordas’ caídas, las sendas olvidadas, los campos abandonados o las fuentes y las ‘cequias’ perdidas muestran la marcha de las personas que en otro tiempo les dieron aliento y vida. El paisaje quedó prácticamente solo, sin paisanaje, pero nunca perdió la voz.

Ahora esa voz vuelve a oírse. El Pirineo aragonés, como otras zonas del medio rural, quiere que las energías renovables sean una oportunidad para mejorar la vida de las personas que permanecen en él y la del planeta. Pero no puede permitirse que la historia se repita y los grandes parques fotovoltaicos proyectados en él, al igual que, en otro tiempo, los embalses, arruinen sus actividades económicas, lo despueblen aún más y destruyan el patrimonio natural heredado. Escuchemos, pues, esa voz del Pirineo que, una vez más, siente, sufre y habla, antes de que su silencio sea perpetuo.

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