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Ensalada animal

Pablo Casado visita a una explotación ganadera de extensivo
Pablo Casado visita a una explotación ganadera de extensivo
RAÚL SANCHIDRIÁN

¿Queda algún político en este país que no se haya hecho una foto con una vaca, un cerdo, un pollo o una oveja? 

¿Alguno que no haya convertido en cuestión de fe comer o no chorizo, butifarra o mortadela? ¿Alguno que no se haya hecho un lío con los tipos de ganadería, de granjas, las churras o las merinas?

No se me ocurre mejor metáfora del nivel de nuestro debate político: se mueve entre purines y lodos.

Hasta los propios ganaderos acabaron por dispersar sus objetivos en las protestas con las que esta semana recibieron a Pedro Sánchez en Valladolid: los hubo que se manifestaron a favor de las macrogranjas, en contra de ellas, a favor de la ganadería tradicional, todos en contra de Garzón y, como pasaban por allí, se sumaron los de Jusapol, que pedían mejoras salariales.

Por si la ensaladilla fuera poca, las Cortes de Castilla La Mancha, gracias a su mayoría socialista, aprobaron esta semana un veto a las macrogranjas de porcino. Curiosamente, el presidente de esa comunidad, García Page, no escatimó aceradas críticas contra las declaraciones del "torpecico" (como dice Guillermo Fatás) ministro Garzón, cuando cuestionaba la calidad de la carne española.

Al final lo que se traduce de toda esta polémica es que en el fondo lo que se defiende no es una postura política o social, ni siquiera a un sector económico. Lo que se defiende y se busca es el rédito político de un relato alentado y construido para alimentar las urnas. Y el resto no importa.

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