Hay pocas empresas que valgan más de mil millones de dólares. Y ese es el tope a partir del cual un negocio pasa a ser considerado unicornio. Como el animal mitológico que le da nombre, es una rara avis.

Hay potenciales unicornios en otros ámbitos que solo los ojos avezados son capaces de detectar. Es lo que ha hecho la Fundación Mark para la investigación del cáncer, que acostumbra a financiar grandes proyectos en su país de origen, Estados Unidos, con el fin de acelerar los avances científicos en el ámbito oncológico. Por primera vez, ha salido de ojeo fuera de su territorio en busca de iniciativas en Europa. Y, mira tú por dónde, entre los miles de equipos de investigación que trabajan en Francia, Alemania, Reino Unido o Suecia, ha posado su mirada en un científico del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas, con sede en Madrid.

La política del citado Instituto Mark consiste en conceder importantes aportaciones económicas a investigadores a los que, tras ver cómo trabajan, considera capaces de desarrollar un ambicioso proyecto de extraordinaria repercusión en beneficio de la sociedad, pero solo les da un año para sacarlo adelante. Por eso hace una preselección de aquellos candidatos a los que ve capaces de cumplir estos requisitos. En concreto, ha posado sus ojos en el aragonés Manuel Valiente y su línea de investigación contra la metástasis cerebral que desarrolla en el CNIO. Y Valiente lo agradece con humildad y se lamenta: "Con más apoyo a largo plazo y menos trabas, podríamos estar a un nivel muchísimo más alto en investigación en España". Pero aquí en vez de apoyar a los unicornios tendemos a jalear a los cantamañas. Así nos va.