Adjunto a la Dirección de HERALDO DE ARAGÓN

La decadencia de Occidente

La decadencia de Occidente
La decadencia de Occidente
Leonarte

El principal riesgo para la humanidad es la falta de una gobernanza global que permita ejecutar estrategias comunes para afrontar los peligros que amenazan al planeta. 

La lista, con el cambio climático en primer lugar, es alarmante, según la encuesta que ha hecho pública esta semana el Foro de Davos y que recoge la opinión de un millar de líderes empresariales, gubernamentales y académicos. Una de las razones de esta desgobernanza es la falta de un liderazgo mundial.

Lo cierto es que el XXI ya no será el ‘siglo americano’, como lo fue el XX por la pujanza de Estados Unidos desde la guerra de Cuba contra España en 1898. No se sabe aún qué será. Lo que es seguro es que hoy asistimos a un choque entre los dos polos del modelo democrático (EE. UU. y la Unión Europea) y los otros dos del autoritario (China y Rusia).

El ocaso de Occidente, tantas veces pronosticado en el último siglo por una retahíla de intelectuales, parece más cerca

Es evidente la debilidad de las democracias convencionales, ligadas a Occidente, Oceanía y Japón. ‘Freedom House’ demuestra que llevamos quince años de declive, tanto en la cantidad como en la calidad de las democracias. Europa, sin la guía de Ángela Merkel, está ensimismada en su desasosiego por el auge de ultraderechistas, populistas y otras fuerzas euroescépticas. Al otro lado del Atlántico, el papel polarizador de las redes y la vulnerabilidad que transmite el presidente Biden son riesgos para el prestigio internacional de Washington y, por añadidura, de la democracia a ojos de la humanidad.

Frente a las dudas del orbe liberal, se consolida el polo de gobernanza de los que ni dudan ni dejan dudar. Pekín y Moscú actúan ya de forma desacomplejada en el planeta e influyen conjuntamente puesto que proyectan la teoría de que el autoritarismo es tan o más eficaz que la democracia. Sus enseñanzas se perciben en potencias medias como Turquía, India y Brasil.

Esta nueva coyuntura internacional remite al célebre libro de Oswald Spengler: ‘La decadencia de Occidente’ (1918-1923). Hace un siglo, exponía su tesis sobre el ocaso al que se encaminaba nuestra encumbrada civilización occidental. El pensador alemán se equivocó con su ensayo, que en España prologó Ortega y Gasset. Sin embargo, desde entonces han resonado mil ecos que anunciaban la muerte de la cultura occidental: desde Heidegger a, por citar uno de los recientes, Michel Onfray, el filósofo superventas que en 2018 publicó ‘Decadencia’.

Las tecnodictaduras diezman el prestigio
de la democracia liberal. Ahora bien, este declive no es irreversible

Es innegable que Occidente afronta hoy amenazas graves, pero así ha sido casi siempre en los últimos quinientos años, donde, a pesar de todo, ha perdurado su hegemonía. ¿Cuál es el motivo de esta resiliencia? Uno de los principales es, sin duda, la libertad de crítica. Pocas civilizaciones han generado, a lo largo de su historia, tantos detractores e impugnadores y tan lúcidos e ingeniosos como feroces y audaces. Gracias a esta capacidad de ponerlo todo en duda y exigir mejoras continuas, Occidente ha sido capaz de enmendarse y de renovarse sin tregua.

Esta peculiaridad diferencia a la cultura occidental de otras como la persa, la eslava, la otomana o la china, que, pese a haber alcanzado altas cuotas de progreso y poderío, entraron en decadencia por su impermeabilidad a la crítica. La autocrítica ha erosionado en ocasiones las bases de Occidente, pero, a la postre, ha sido su auténtico salvavidas.

En coherencia con este espíritu crítico, cabe preguntarse por qué Occidente y la democracia están sufriendo hoy un eclipse. Se mencionan varias razones, pero una muy significativa es el silencio de sus intelectuales. Con excepciones como Vargas Llosa y otros cuantos pensadores, es un hecho que la cultura ha desertado de su papel de defender la tradición liberal y cosmopolita, que no solo es nuestra, sino que vale para todos los ciudadanos del planeta. Los valores de la libertad y la dignidad que impulsa la civilización occidental siguen siendo el sueño de la inmensa mayoría de los seres humanos.

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