Redactor de HERALDO DE ARAGÓN en la sección de Deportes

Emociones y belleza

Un fotograma de 'Fue la mano de Dios', de Paolo Sorrentino.
Un fotograma de 'Fue la mano de Dios', de Paolo Sorrentino.
Netflix

la pérdida de cines en Zaragoza tiene como consecuencia que el paso de algunas películas por nuestras pantallas es realmente efímero.

 Si te lo piensas dos veces, ya llegas tarde y el filme en cuestión se ha caído de la cartelera. Suele suceder, además, con títulos interesantes que a los cinco o seis días son sustituidos por otras películas más obvias y repetidas en varias salas.

No pude ver en pantalla grande ‘Fue la mano de Dios’, la nueva de Paolo Sorrentino, y verdaderamente lo lamento. Hay escenas bellísimas que deslucen en un portátil y no digamos ya si alguien tiene la osadía de verla -por aquello de que está en Netflix- en un teléfono móvil. Sorrentino, que me enamoró con ‘La gran belleza’, está aquí más Fellini que nunca, sobre todo en la primera hora de la película que es un canto a la vida, el humor, los excesos, el surrealismo... El castin de voluptuosidades y orondeces -me apunta Juan Luis Saldaña- es de los que hacen época y -ahora parafraseo a Carmen Puyó- ‘Fue la mano de Dios’ «es una película hermosa, cuidada, carnal, que te trae el mar y la luz mediterránea a la pantalla y está llena de grandes detalles que el espectador guardará por mucho tiempo».

El cineasta italiano recibió el Premio del Jurado de la Mostra de Venecia por este trabajo, en el que -valga el burdo ejemplo- la familia tiene un palitroque largo para cambiar el canal de televisión porque se declaran comunistas y -de todos es sabido- al sistema se le batalla renunciando al mando a distancia. «No todos los hechos son reales. Las emociones, sí», ha dicho Sorrentino, aunque yo lo del palo me lo creo que sobra.

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