Un ministro menos

El ministro de Consumo, Alberto Garzón, durante unas declaraciones a los medios en diciembre de 2021.
El ministro de Consumo, Alberto Garzón, durante unas declaraciones a los medios en diciembre de 2021.
Lola Pineda / Europa Press

Tengo la esperanza, seguramente vana, de que cuando aparezca este artículo en las páginas de HERALDO, el Gobierno de España contará con un ministro menos. 

Es posible que Pedro Sánchez, achuchado por la opinión pública, por la oposición, por el sector agroganadero español e incluso por algún que otro ministro y por algún relevante compañero del partido y barón presidente autonómico para más señas, se haya visto en la obligación de destituir a uno de sus ministros más inútiles, Alberto Garzón, del que se desconoce su papel en el Gabinete y hasta es posible que él mismo desconozca cuál es el suyo y para qué diablos está ahí. No se puede ser ministro con la ignorancia y la temeridad oceánicas de que hace gala este personaje menor, a quien cariñosamente llamaba Pablo Iglesias ‘pitufo gruñón’.

Este ministro que ha sido, porque espero vanamente que a día de hoy ya no lo sea, es un ministro locuaz, cualidad más bien impropia de un ministro, de quien cabe esperar la prudencia y la sensatez a la hora de hacer declaraciones. Se trata de un ministro ‘de cuota’, de puro relleno; un ministro ‘poste’, como si lo hubiera puesto allí el ayuntamiento a efectos decorativos y por figurar en la nómina de los peores gobernantes que en España han sido, y que desgraciadamente son tan abundantes.

Esas declaraciones que recientemente ha hecho a un diario británico, en las que pone a parir la calidad de nuestras exportaciones de carne, procedentes -añade- de una ganadería poco menos que criminal con los pobres animalicos, son indignas de un ministro de España, falsas, tendenciosas, sectarias y gravemente perjudiciales para los intereses de España y de su sector ganadero, del que el señor ministro que fue Garzón no tiene ni puñetera idea, merecedoras de un cese fulminante, ya que no es de esperar del talante del susodicho una dimisión y discreta retirada por la puerta trasera.

En esta penosa historia hay que destacar la gallardía del presidente Lambán que, buen conocedor del sector ganadero de Aragón, sus condiciones e importancia, ha pedido al presidente del Gobierno la destitución del atrabiliario Garzón; todo un personaje del PSOE como es el presidente de Aragón enfrentándose a un endiosado e infalible Sánchez, hacedor de ministros adorno sin pedirles que se callen. Lambán ha demostrado aquí su capacidad de gobernante que defiende lo suyo, aunque el gesto tenga también su inevitable e inteligente componente electoral.

Me uno a ese coro de voces que piden la dimisión de este incalificable ministro, previa presentación de disculpas públicas ante un sector agredido nada menos que por un ministro extravagante y que, como sector estratégico español, hace lo que puede y más por nuestra salud, nuestra alimentación y nuestra economía. Que dimita ya este comunista residual, aunque me queda la esperanza, vana, de que cuando estas líneas aparezcan en HERALDO, nuestro amplio Gobierno cuente con un ministro menos.

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