Las mascarillas, por ejemplo

Diversos tipos de mascarillas en una farmacia de Zaragoza.
Diversos tipos de mascarillas en una farmacia de Zaragoza.
Francisco Jiménez

La pandemia distorsiona nuestros recuerdos y ha cambiado nuestra percepción del tiempo. Pero no hace tanto que Fernando Simón quitaba importancia al uso de las mascarillas como defensa contra el virus. 

Nunca se ha llegado a aclarar si era por ignorancia o porque España no disponía en ese momento de ese sencillo y utilísimo sistema de protección y, en todo caso, cualquiera de las dos opciones es desalentadora.

Ahora las mascarillas son obligatorias casi hasta debajo del agua. Los escolares deberán llevarlas en el recreo cuando vuelvan a clase. Menos mal que las hemos integrado en nuestras vidas con naturalidad y, con un poco de suerte, no las asociarán a ciertos castigos que sufríamos los alumnos que hablábamos demasiado en los años lejanos de escuela.

Es una buena noticia que los escolares y sus profesores vayan a volver a clase. Harán sus deberes, pero no los ha hecho adecuadamente el Gobierno. Los fabricantes de mascarillas de Aragón denunciaban esta semana en HERALDO que están en situación crítica por la competencia china. Subrayan que así es imposible contar con la reserva estratégica de material por la que clamamos cuando no había equipos de protección, ni respiradores, ni mascarillas. Tampoco ha estado garantizado, en fechas críticas, el suministro de test de antígenos, cuyo precio varía a conveniencia. Ni se ha aliviado el precio de las mascarillas más protectoras. Por desgracia, la pandemia no ha hecho más previsor ni eficiente al Ministerio de Sanidad.

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